lunes, 6 de abril de 2015

Fantástico, Fantasy & CF en el Perú (2011). Iván Bolaños, Hans Rothgiesser, Pedro Félix Novoa, Mónica Belevan & Alexis Iparraguirre


Fantástico, Fantasy & CF en el Perú
Febrero (2011)

 

Iván Bolaños, Hans Rothgiesser, Pedro Félix Novoa, Mónica Belevan & Alexis Iparraguirre

 

Iván Bolaños: En este punto voy a coincidir con un escritor que ya participó en este congreso hace un par de días, José Donayre. Mencionó el entorno familiar y coincido con ello, pues es quizás la principal razón por la que escribo. Les voy a contar porqué. Mi abuelo y luego mi padre, se dedicaron la mayor parte de su vida a la distribución y exhibición de películas cinematográficas. Lo que hizo que desde pequeño pasara largas horas frente a las salas de cine, viendo películas de todos los géneros, de aventuras, de fantasía, ciencia ficción, que dejaron una huella muy profunda en mí. Recuerdo además que de chico me gustaba estar con mi abuelo, sentarme a su lado y relatarle cuentos de mi invención. A veces me ayudaba con preguntas muy oportunas, en momentos en que la inspiración parecía fallarme, y así lo volví coautor de mis primeras obras literarias. Soy ingeniero industrial de profesión, pero creo firmemente que una formación universitaria orientada a la ciencia, a los números, no es impedimento para contar relatos, contar historias, que es lo que me gusta hacer desde hace ya varios años. Esa es la principal motivación. Desde muy chico mi imaginación se disparó con todas estas películas y creo que así nació el bichito por contar mis propias historias. Sobre las influencias,  son muchas, el cine como ya les adelanté, pero también clásicos juveniles como Julio Verne, colecciones de aventuras como Bomba, el niño de la selva o historietas como Tamakún, el vengador errante que salió a fines de los 70’, historieta basada en una novela cubana escrita en los años 40’. Ya más grande, continué con relatos de Philip K. Dick, con Sueñan los androides con ovejas eléctricas, que después inspiró la película Blade Runner, Duna de Frank Herbert, La Taza de oro de John Steinbeck… novela que habla del pirata Henry Morgan cuando trató de conquistar Panamá… Eso en cuanto a los libros y las historietas. Pero el cine también influyó fuertemente en mí. Películas como Star Wars, que me agarró de ocho o nueve años de edad, Furia de titanes, la original, del año 81, Excalibur del 81, Tron del 82, Blade Runner, ya mencionada y Duna del 84. Fueron las más emblemáticas, las que más recuerdo, las que motivaron que me animara a contar historias… Pero también un juego de rol –lo comenté el año pasado- …un juego de computadora que jugué en el año 84, por aquella época las pc tenían 64 KB de memoria y para ese juego de rol había que tener una buena dosis de imaginación por los gráficos tan sencillos, simples, y que uno pudiera darle valor a toda su dimensión… Fue una experiencia muy interesante, que me atrapó por el año 85. Creo que con esto he explicado de alguna manera por qué escribo, por qué me gusta tanto escribir y cuáles son las motivaciones más importantes para escribir. Gracias. (Aplausos).

 

Hans Rothgiesser: Muchas gracias por la invitación a Elton y a la Casa de la Literatura. Con respecto al porqué uno escribe: A diferencia de lo comentado por José Donayre o Iván, yo no recibí una influencia de mi familia para dedicarme a la literatura. En mi familia todos son ingenieros, tienen una orientación menos creativa. Lo que sí hay son músicos, tocan música criolla, ese tipo de cosas. Pero no mucha orientación a la escritura o literatura. Estudié Economía y me dediqué a escribir sobre economía cada vez más. En el 2003 me dediqué a escribir prácticamente solo sobre economía y en el 2008 agarré un trabajo a medio tiempo, que pagaba más o menos las cuentas y en el otro medio tiempo, me di el lujo por año o año y medio a experimentar otras cosas que siempre quise hacer. En ese medio tiempo me dediqué a escribir. Empecé a escribir fantasía -y no otro género- básicamente porque en el otro medio tiempo escribía sobre la deprimente economía, la pobreza. Estaba tratando cosas que ocurrían en el país… Cuando me senté a escribir, pues me dije no quería escribir sobre el sufrimiento, estaba saturado de eso. Para escapar de esa realidad escribí fantasía y la primera novela fue más que todo una travesura, a ver qué pasaba.  A mucha gente le gustó, recibí varias críticas por internet positivas y constructivas… y me animé a escribir otra novela más cuidada, con una mejor estructura y con personajes más pensados. Le metí más tiempo y dedicación.  Sobre las influencias que he tenido.  Leo lo más que puedo, leo bastante, me encanta leer.  Empecé leyendo Julio Verne, un montón de cosas. Pero quizás lo que más influyó en cómo escribo fueron dos autores de fantasía. Uno es Phillip Pullman que escribió esta novela La brújula dorada, sobre la que estaba basada una terrible película hecha por alguien que aparentemente lo odia, porque la versión es terrible. Pero la novela es muy buena, son tres novelas más dos cuentos largos y todo junto cuenta una historia que es genial, muy buena, me encanta… La empecé a leer en un momento en el que pensaba que no se podía escribir nada nuevo original dentro de lo fantástico, como que ya estaba todo escrito. De repente apareció este escritor loquísimo con estas ideas geniales.  Y otro es Terry Pratchett, que acá en el Perú no es muy conocido, aunque sus libros sí los venden en todos lados.  Es un autor británico que todavía está vivo. Antes de que apareciera J. K. Rowling era el autor británico vivo más leído. Escribe dos libros al año, es una locura y básicamente en cada uno se burla de algo específico. Odia aparentemente la literatura. Tiene un libro en el que se burla de Shakespeare, otro en el que se burla de Tolkien, de Fausto.  Y su manera de escribir es muy buena,  tiene perfecto control de los adjetivos, de los adverbios. Todo está en su lugar y de repente te das cuenta de que hay cuatro páginas que no tienen que ver nada con la historia original, porque está rajando de alguien que se puso en su camino… Y definitivamente tendría que mencionar a los comics. Cuando estaba en la universidad y en los dos o tres años después de salir de la universidad -básicamente porque tenía plata para comprármelos- leí un montón de comics. Y cualquiera que lee comics sabe que hay una eterna discusión, que nació en España, supongo, sobre quién es mejor escritor de comics: Alan Moore o Neil Gaiman. Si acá hubiera dos personas que saben de comics uno se para a defender a Gaiman, el otro a Moore… Los dos escritores son muy buenos y tienen estilos diametralmente opuestos, son muy imaginativos. El autor que estoy leyendo fanáticamente ahora es George R. R. Martin. En mi blog he empezado a escribir sobre él porque lo admiro muchísimo, tiene un estilo narrativo que es terriblemente caótico pero que tiene perfecto control sobre las cosas que están pasando. Es demasiada información, demasiados personajes, demasiadas cosas, batallas, pero termina el libro y todo tiene sentido. Y te quedas tres años pensado “qué capo este tipo”... es una buena inspiración para querer ser mejor escritor, para tratar de hacer las cosas mejor. Eso es todo. Muchas gracias (Aplausos).

 

Pedro Félix Novoa: Primero quisiera agradecer a Elton Honores y también a la Casa de la literatura que permite estos espacios de difusión cultural con relación a diferentes géneros y especies de lo que es la literatura general. Sobre las motivaciones personales quisiera confesarles que así como Calderón Fajardo, él también escribe realismo y ficción. Yo también he incurrido en ese pecado. Tengo la necesidad visceral de arremeter en el realismo  –como dice Joyce- cuando uno a veces se siente como comido y vomitado. Al momento de sentirte así la realidad se configura y tienes que quedarte de esa manera, pero cuando te sientes en el mundo de los sueños me atrevo a especular y comienzo a ficcionalizar. La construcción de personajes se basa como diría Virginia Woolf, ante la vida, una manera de enfrentarse con ella es el silencio y otra manera es la literatura. Creo que como Virgina Woolf y otros escritores hemos decidido  en esta trinchera letrada y desde ahí gritar ciertas frustraciones, y algunos miedos. Esa es la motivación que he tenido. Mi formación ha sido bastante extraña, casi como para un cuento. Comencé siendo infante de marina, luego salí de ese oficio y fui profesor y luego me dedique a escribir y por ahí me di cuenta que la única manera de publicar libros para una persona de bajos recursos económicos era ganando concursos (risas). Decía, “nunca voy a poder publicar un libro, voy a tener que ganar un concurso”. Entonces para ganar un concurso pensé que era relativamente difícil, pero resultó definitivamente difícil (risas) comencé a tratar de poner un poco de ganas a esto y resulta que ha pasado el tiempo y por ahí tengo una biblioteca que sonríe con once ejemplares que de diferentes lugares me han enviado, de Barcelona, de Chile y también de acá de Perú… Aunque sea curioso decirlo, no es una perogrullada, pero ganar un concurso en el Perú resulta más difícil que ganar en el extranjero… en el Perú hay escritores muy cuidadosos, con una pluma bien pulida y enfrentarse con estos grandes escritores resulta muy duro. Acá en el Perú hay pocos concursos, he tenido la suerte de ganar el premio de novela de Horacio, el jurado fue Miguel Gutiérrez, un profesor extremadamente exigente y me aventuré con una novela que era un guiño y una celebración a toda la literatura norteamericana y también a la de Cervantes. Por ahí tuve que comenzar, decía cómo voy a pagar un libro, cuesta tres mil, 5 mil soles para publicarlo, que alguien te mencione, te comente, quién ¿no?… resulta que uno comienza a escribir. A mis alumnos les digo, en España hay 2500 concursos, acá hay unos 10 u 11. No es poca cosa porque a pesar de la crisis en España, te suelen reconocer, te publican, te mandan ejemplares si en caso ganas. Y esa es mi experiencia. El día de ayer ha venido el editor de Chile, Luis Saavedra –director de la revista Fobos- , conversamos un poquito, ese el lado amable… Me decía: a ti no te ha pasado el hecho de que tú que eres una persona que escribe resulta que eres un lector completamente diferente. Es verdad, uno quiere robar algo. “Quiero robarle la técnica, saber cuál es el gancho, descubrir su forma”. O sino esa pequeña pretensión de decir yo lo hubiera escrito diferente, o que ese personaje parece que no está logrado. De esa manera un poquito clandestina, me aboco en leer a estos escritores. En cuento, definitivamente a Borges, que creo que es un señor que hay que investigarlo por sus raíces alienígenas (risas), Cortázar es otro gran maestro del cuento, un gran escritor. Acá hay un escritor peruano que recomiendo, que ha sido un poquito lapidado porque un escritor de prestigio suele emitir una opinión de juicio, o al revés, se han peleado, resulta que este escritor queda clausurado. Por ejemplo, el caso de López Albújar. El gran y maravilloso escritor Arguedas dijo que había escrito una distorsión del indio.  Entonces Enrique López Albújar queda clausurado. Sin embargo, tiene buenos cuentos. “Ushanan Jampi” y “El campeón de la muerte”, que incluso me atrevería a decir incluso mejor que los de Valdelomar. Otro gran escritor que tiene un saco de peso en el hombro es Clemente Palma. Es un gran escritor. Recuerdo mucho los Cuentos malévolos. En “Los canastos” trabaja la sevicia, la maldad deliciosamente. Seguro que ustedes saben ese conflicto con Vallejo, nada menos, a quien calificó de mamarracho su obra. Al haber dicho eso Clemente Palma tendrá que seguir luchando. Me parece que, así que manejan lo que es las preferencias. Otro escritor en cuento es Isaac Asimov. Lo reverencio, me parece un tipo genial. En España hicieron un homenaje a Asimov, mandé un cuento tipo policial, a veces él usa esa mezcla de policial. Otro fue Daniel Salvo. Aparecen tres peruanos en esa antología: Salvo, Yelina Pulliti. En mi caso hablaba del narcotráfico alienígena. No quiero dejar pasar a Bradbury, excelente escritor. Cuando alguien dice que la ciencia ficción y la fantasía están subordinadas, siempre tengo el volumen de Farenheith 451 para ver si siguen pensando lo mismo. Muchos cambian de idea. Bradbury tiene una especie de mascarón de proa que utiliza la fantasía y la ciencia ficción. En drama, hubo un concurso en el Ministerio de Educación y bajo la influencia de Samuel Becket y Esperando a Godot, Tuve la oportunidad de salir en primer lugar con un drama de ciencia ficción. Es Muere el color verde, la gente no tiene agua y tiene que inyectarse catetes de agua para poder llorar (risas). Es una historia descabellada. Luego quisiera mencionar en novela al gran maestro William Faulkner, un tipo excepcional que ha hecho un magisterio de su literatura, para ganar el Nobel. El otro es Louis Ferdinand Celine, maneja el realismo sucio de una manera importante, Onetti en el Uruguay me ha influenciado también, Miguel de Cervantes Saavedra. Hay una parte en donde este loco impresionante que es el Quijote está frente a los molinos de viento y él cree que está en otra época, tiempo y su forma de hablar es otra, un español del siglo XII, está loco, no habla como la gente habla sino es español antiguo y frente a los molinos dice: “No fuyades, viles jayanes”. Esa locura se la puse a mente de Mauro Mina y es también una novela. Definitivamente, Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros, novela personal, para mí que he estado en la marina, es un cosquilleo es el pasado, pero la novela que es una arquitectura, un malabarismo,  es La casa verde. Con esta me parece que Vargas Llosa había puesto su nombre en el Nobel… me parece que se demoraron un poco, también quisiera reconocer en poesía, la hermana de García Lorca, Jurado especial hizo un concurso y tuve la pretensión de mandar un poema, de ciencia ficción, un pastor de asteroides, con la influencia de Pessoa, el maestro Vallejo y de Eielson… En el cine, soy una persona que necesita del cine porque a veces queremos escribir esos saltos, esos cruces, esa poesía en imágenes que el cine nos brinda como Fellini, a Tarkowski, tengo que subrayarlo: enmarcarlo y colgarlo ahí, Jodorowsky, específicamente Fando y Lis, Kurosawa… en fin, esas serían mis influencias (Aplausos).

 

Alexis Iparraguirre: Agradezco la acogida de la Casa de la Literatura Peruana para con quienes escribimos fantasía y ciencia ficción en estar tarde y la generosa invitación de Elton para este congreso. Empiezo contestando las dos preguntas que nos encargo absolver Elton con anticipación. La primera sobre la motivación para escribir. Había preparado un texto para ello, pero, dado que estamos en confianza y cada quien ha hablado un poco ayudándose de la memoria y de la nostalgia, me parece fuera de lugar que me refugie en él. Pero también voy a recurrir a la memoria y a la nostalgia y voy a empezar señalando que por 1980 el Perú era en blanco y negro. Por lo menos es mi recuerdo. Además me acuerdo de otra cosa: los que tenían televisión a colores en el barrio eran asediados por quienes no la tenían; los chicos nos moríamos por saber cómo es que se veía la bandera peruana o el patrón de sintonía a colores en televisión. Esos son mis recuerdos de los años 80, cuando era niño, y el Perú entonces vivía una especia de calma chicha, entre una modernidad que no terminaba de desatarse  y un modo de vida tradicional, antiguo, en el que, antes que sujetos, pertenecimos a nuestras casas, a nuestras familias: se tenía la costumbre del lonche y los primos nos conocíamos todos por nombres y apellidos, conocíamos los tíos y tías y a sus respectivos consortes. Es un Perú que ahora no existe. En esa época, que veo en blanco y negro, llegaron las películas  de ciencia ficción de las que se ha hablado en esta mesa, las que recuerdo una tras otra, tras otra. Eran, son, maravillosas. Saber que se podía viajar por el espacio, cuando los niños de entonces habíamos vivido todo el tiempo en los cien metros cuadrados de nuestro barrio, era un descubrimiento espectacular. Lo confieso: yo quise ser director de cine cuando vi La guerra de las galaxias. En realidad, primero quise ser científico, “Me dije, esto que veo en la película lo invento mañana”. Evidentemente, no se podía, y luego quise ser director de cine. Mi padre que es una persona muy realista, cuando le dije, a los 8 o 9 años, que quería ser director de cine, me replicó: “Hijo, eso no se puede hacer acá, te vas a morir de hambre mientras construyes tu set, así que has otra cosa”… Por ello, mi acercamiento a la literatura de fantasía y ciencia ficción también fue el acercamiento a los libros. Quiero decir que mi principal influencia fueron los libros que vendían a un sol o a cinco soles en la Avenida Grau o en Jirón Quilca. Quiero decir que la formación de un escritor en los años 80, si es que algo de eso tengo, era la de una persona que no encontraba libros con facilidad, que se encontraba siempre con pocos libros, usados, en mal estado y que, finalmente, cuando le preguntaban  otros “¿Y tú, qué escribes?,  decía, “Bueno, yo escribo fantasía”. Y me replicaban, “Bueno, pero eso es para niños” (risas). Me aconsejaban: “Deberías escribir sobre la realidad nacional, deberías escribir sobre los grandes hombres que han hecho el pasado de nuestro país; caray ¿por qué escribes fantasía?” “Porque me gusta”, he respondido, consciente de que las más de las veces ello se entiende por infantil y poco racional, pero ha sido la respuesta que he dado la mayoría de las veces. Así, la primera influencia fantástica para un escritor de mi generación -creo-, debería ser La guerra de las galaxias. Si vivió en el Perú, si la pasó aquí. La segunda, debiera ser la religión. No existe cosa más fantástica que la Biblia. Si ustedes no recuerdan, siempre lo remarco, hay una parte del Éxodo, donde Dios está harto de que Moisés no se decida a obedecerlo de inmediato. Se le mete en la tienda del campamento y quiere matar al hijo primogénito de Moisés. Entonces,  la esposa de Moisés corta el prepucio del niño recién nacido y se lo ofrece a Dios como si fuese un talismán, y Dios asustado corre y retrocede al desierto, y se pierde junto a sus ángeles que le acompañan. Una mujer con un prepucio puede hacer retroceder a Dios (risas). Eso dice la Biblia, que está llena de esas pequeñas historias maravillosas. Pero eso sería insuficiente como influjo si lo comparamos, por ejemplo, con la importancia en nuestras vidas de la religiosidad popular. Pienso en mi tía abuela que me llevaba a la iglesia de San Francisco para pedirle favores a San Judas Tadeo, a cambio de promesas de mayor devoción y dinero para su culto. Mi abuela me advertía entonces de que fueran promesas ciertas porque si los dones se me concedían y no cumplía las promesas, San Judas Tadeo  no solo me los retiraría sino que se cobraría del engaño duplicando mi necesidad. Por ejemplo, si yo pedía que mi abuelita, muy viejita, viviera diez años más, y el santo me lo concedía pero sin recibir el debido tributo, él le quitaba 10 años de vida al  papá  de uno o a la mamá de uno. Y mi tía abuela lo creían y mis papás también.  No falta el llamado a lo fantástico por cualquier lado. Ayer, por poner otro ejemplo, salió un arco iris, y lo primero que me dijo mi madre, que es de Morropón, de la sierra norte, fue “No lo mires de frente: es Apu”.  Si no tenemos una inclinación natural hacia lo fantástico en Lima, en el Perú, no sé dónde podría verla.  Pero aún existen entusiastas de la literatura como fresco de los males nacionales, orientada a la redacción de la gran novela sobre cómo es el Perú. Tal vez valga la pena hacerla; pero a mí me interesan más, y son gran influencia en mí, aquellas novelas que me dicen cosas más generales, por decir, cuáles son las limitaciones del hombre  como especie frente a la naturaleza. Voy a leer, contra mi promesa, una página de lo que escribí previamente para este congreso porque me puede ayudar a definir lo que me interesa de la literatura fantástica y en general de la literatura. Es una reflexión sobre la novela Ubik, de un autor admirado por muchos de esta mesa, K. Dick [lee]. “Confieso que una vez supe que se podía hablar con los muertos. No con médiums. Con máquinas en tanatorios. Las mujeres no dejaban de estar casadas con los difuntos, que encerrados en sarcófagos de cristal, les seguían diciendo el presupuesto del diario a sus cónyuges desde el otro mundo”. Ese es el universo de Ubik, una novela de Phil K. Dick. En ella, no me extraña que la tecnología consiga que la electricidad de los cerebros de los hombres siga generando pensamientos después de que sus corazones se aquietan o sus cuerpos se despedazan en accidentes cósmicos. Más bien, me parece un imposible en estado puro el impreciso sitio de la muerte que consigue Dick.  Parece un umbral reducido por las máquinas a lo controlable y predecible, pero es el pozo que contiene a las máquinas, a los personajes, al lector, y comprobamos nuestro engaño y nuestra ignorancia porque ella depreda invisible y meticulosamente  cualquier  explicación sobre cualquier asunto en Ubik. Ubik es una novela sobre el control tecnológico de la muerte, una operación de compra y venta para parientes melancólicos.  Pero Dick enuncia la muerte de los semivivos sin explicarla, como los lobos en la noche o los hombres alados en el desierto de los judíos. Pero, más aún, la hace evidente a los sentidos, aunque sigue siendo un trasmundo imposible para la comprensión de los hombres y nunca deja de serlo, incluso para Dick mismo. No es el drama de velorio o del hospital de los tiempos modernos, donde morir es algo que  siempre le pasa a otros, los que son adecuadamente, civilizadamente, limpiados, vestidos y empaquetados para que la familia extensa se vista de duelo el fin de semana. En Ubik, la muerte  es algo que nos pasa a nosotros constantemente y nos está devorando siempre y metódicamente. Y solo se puede decir que es “algo” porque, como todo lo real imposible, no tenemos (nunca tendremos) formas de hacerlo nuestro. Nuestros ancestros se protegían de ello haciendo el gesto contra el mal de ojo, o la señal de la cruz… Nosotros los emulamos cerrando buenos libros y pensamos en ellos horas,  días, quizás toda la vida.  Pero nuestros ancestros sabían que eso estaba ahí, esperando.  Por eso me interesa una literatura que procese lo imposible real,  porque no existe nada parecido en nuestro mundo para enfrentar los zarpazos que provienen de ese espacio, a menos que se acepten los tristes consuelos de la religión... Escribí un libro titulado El inventario de las naves. Le voy a hacer propaganda, porque me dijo Elton que era uno de los motivos para conversar hoy y solamente voy a decir lo que dice la contratapa [lee]: Me gusta escribir sobre hechos imposibles, irreductibles, porque tengo la esperanza de poder evocarlos de la manera en que las gitanas leen el futuro mirando en la necesidad del curioso que las manos sostienen… Desde luego, tengo el anhelo que eso sean solo márgenes, la invocación de un hechicero loco que pide a los lectores que lo amen, como otro que persigue a gritos a un pueblo en un desierto. Lo imposible está en el centro de las historias a las que esa contratapa presta boca, como una máquina ingenua que quiere extraer voces al hocico de la muerte. Lo real es experimentar la lectura, es leer para saber si el autor miente o por el contrario ha entendido que, como entiende bien las gitanas, para decir una historia hay que compartir la ansiedad de quien pregunta por el destino. Cuando eso sucede, cuando la gitana comparte la ansiedad de quien pregunta, la lectura es realmente el futuro. Entonces la literatura es más y mejor guía. Muchas gracias (Aplausos).

 

Mónica Belevan: […]

 

Elton Honores: Vamos a pasar a la segunda parte. Voy a ser algo malévolo con ustedes. La segunda parte tenía que ver con cómo entendían ustedes el fenómeno de lo fantástico o la ciencia ficción pero quisiera agregar una vieja pregunta… la idea del escritor y el compromiso con la realidad social, política, histórica. Es una pregunta algo perversa…

 

Mónica Belevan: […]

 

Alexis Iparraguirre: En realidad la pregunta por el compromiso político es una pregunta que suena fuerte desde hace cuarenta, cincuenta años… personalmente la escucho más de veinte años, pero vive en los libros –imagino- desde que el siglo XX empezó, probablemente antes. Es una pregunta que ninguna persona que escribe se hace hasta que tiene que dejar la comodidad del escritorio y salir a combatir al mundo. En mi caso, fue salir a trabajar a espacios distintos de la universidad en que estudié,  donde solo me había dedicado a la vida académica. En otras universidades, en foros distintos, me ocurrió casi de inmediato que me preguntaran: “¿Y tú, de qué partido eres?” Naturalmente no soy de ningún partido. “No, pero tienes que ser de izquierda”. Y yo dije “¿Pero por qué?”…  Yo sí creo en la justicia social y esas cosas probablemente porque también soy católico y los católicos –por lo menos como católico cultural, porque no soy nada practicante- sí somos afines con las ideas de solidaridad,  con los valores de vida comunitaria  y con el compromiso social que predican las izquierdas. He oído con frecuencia que esta declaración de afinidad es insuficiente para quienes les reclaman a los escritores con autoridad normativa algún tipo de definición política. “No, no, no, compromiso ideológico”, piden. Incluso sé que, fieles a la ideología que han destilado como la más lúcida, reflexiva y coherente con ideologías de izquierda, existen círculos de escritores que piensan que la verdadera literatura peruana debe hacerse en quechua o en una variedad del castellano andino que algún poeta iluminado tendrá que escribir en algún lugar de la sierra. Y sé que esos escritores, y  los críticos que los acompañan, están dispuestos a negarle todo a los que no piensen así, pero todo. Curiosamente, hay otros que piensan que está bien que el escritor, generador de discursos artísticos,  no tenga ninguna posición, pero que naturalmente a la hora de presentarse públicamente para opinar tiene que declarar su lealtad hacia los valores de statu quo, es decir, que apoya al presidente de la República, que la economía va por el camino correcto y que, finalmente, todo está bien y que el Perú avanza. Ninguna de estas posiciones –la del faccioso y la del adulador- me parecen actitudes dignas de seguirse. Sin embargo, da igual. Sabemos que existen una serie de clasificaciones y  pleitos que contraponen escritores, las más de las veces sobre la base de viejas cuentas personales antes que por motivos políticos. Ello en lo particular no me interesa. No obstante, no deja de ser curioso que, en un medio cultural tan lleno de carencias, para pertenecer a una comunidad letrada cada vez más devastada por los vicios frecuentes de nuestra educación, sea necesario estar en algún tipo de bando. Caray, a la educación peruana y a las letras le ha ido tan mal en los 80 y en los 90 que ¿vale la pena seguir perteneciendo a bandos que, pretendidamente, la han encabezado o dirigido? ¿Hay razones para pensar que se es mejor, de alguna forma, siendo de un bando o del otro? Ninguna. Pero también creo que todo escritor, y cualquier persona, tiene el deber y la obligación de pronunciarse sobre aquellas cosas que considera benéficas, preocupantes o dañinas en su país. Reivindico en este punto el natural derecho de un escritor a ser un ciudadano cualquiera.  En lo personal, algunas cosas me interesan sobremanera. Me interesa que no se depreden los bosques de la Amazonía –puede parecer muy naif, pero me interesa por extensas razones-; me interesa que a nadie le interese la manera brutal cómo cambia todos los días el clima en Lima, un tema con seguridad vinculado al calentamiento global, el que no parece ser tema a tratar en ningún plan de gobierno de quienes por estas fechas candidatean a presidente. La agenda ecológica, me interesa. Me interesa que se mate a gente eventualmente sin respetar la ley… eso no debería pasar de ninguna forma. Si tuviera que suscribir alguna acta de principios diría que borrosamente liberal en el sentido más positivo y amplio de la palabra liberal. Pero si tuviera que elegir entre ganar más plata o proteger los derechos de alguien, definitivamente elijo proteger los derechos de alguien porque no me gustaría que violaran los míos –la plata a lo sumo me pone un poquito más contento, pero derechos violados entristecen a todos en nuestra más profunda dignidad. Eso es lo que tendría que decir. (Aplausos).

 

Pedro Félix Novoa: Quisiera empezar con unas palabras de Sartre “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. Como ya lo dijeron los más grandes escritores que he leído, necesariamente, he estado construido o identificado con una clase social. Estoy identificado con un pensamiento, como decía Iparraguirre, hay muchas injusticias. No creo tener la pose del malditismo, un solipsismo ingenuo quizás que me encubra, o como un ciudadano que está en una burbuja. Pero eso pienso como ciudadano. He sido criado, educado en una educación no tanto comprometida con idea o un bando como se dijo acá, sino con unos ideales sociales, ideales de crítica. Me parece oscuramente fantástico que por ejemplo se olvide tantas muertes, tantos asesinatos, tanta miseria en una realidad que nos aplasta el cuello. Creo que como ciudadano estoy identificado con una postura no tanto de compromiso con un bando pero sí con unas ideas, de justicia, de solidaridad. No puedo dejar pasar tanta literatura que ha hablado sobre el tema tan visceral como la guerra interna. Creo que vivo en Lima, esos bombazos, esos apagones no eran producto de mi imaginación, existió. Creo que el escritor cuando se aproxima a esto va a tener diferentes posiciones. Uno se arriesga a decir “Mira, soy una persona que no tiene un color político”. Eso es más de lo mismo, me parece. El ciudadano tiene que tener ideas con relación a un compromiso político con ideales y consigo mismo. En ese sentido, necesariamente me identifico con este tipo de ideas: justicia social, igualdad, etc. Ahora, como escritor creo también, como alguna vez lo dijo Miguel Gutiérrez, tenemos que leer el arte. El arte ya es distinto. Por ejemplo digo, “Chicos, he escrito un cuento sobre un individuo que no le gusta ir al colegio, es un vago, y que a través de un complejo sistema informático compra unos CD de música  y el tipo tiene superpoderes, una cosa puramente alucinante” y me divierto. Yo con la literatura me divierto. Soy profesor de colegio también de universidad, veo que los chicos se divierten con esto, que imaginan. Digo “¿Por qué no?”. En el cuento no vamos a encontrar un discurso totalmente directriz, pero creo que si en caso me sale un cuento así no tendría porque borrarlo, o rasgarme las vestiduras. Decir, “Yo soy de Lima pero tengo mi casa, en fin, no prendo la televisión”. Yo creo que sí estoy comprometido con una posición de crítica, como ciudadano. Algún día de repente podría escribir algo con relación a un tema de esa crítica. No sé si lo pueda hacer. Pero respeto mucho y aquí se ha hablado sobre una cuestión del gueto, por ejemplo, ¿hemos leído a Sócrates Zuzunaga? Ese gran escritor que tiene un lenguaje quechuizado como el de Arguedas; indiscutible heredero del autor de Todas las sangres. A mí me parece fabuloso. Como yo escribo delirantes fantasías, un tipo que se transforma en un cerdo con un artefacto alucinante, es su manera de subversión al sistema y que la única manera que le queda es inmolarse. Pero me sentiría deshonesto si les dijese que esa discusión entre compromiso y no compromiso es un tema que ya sabe a viejo. No sabe a viejo, amigos, nos hiere. Por lo menos a mí, como una persona que ha surgido de las clases bajas resulta que necesariamente, como limeño, como peruano y como persona que ha leído desde Mario Vargas Llosa hasta El principito, de pronto tenemos que Lima nos convierte en unos ciudadanos distintos. Vamos a encontrar que frente a este tipo de realidad, el escritor -como diría Virginia Woolf- nos queda el silencio o nos queda la palabra. He escogido la palabra, he escogido escribir y de repente me gusta eso como ideal y me parece que son ideales que mucha gente en el Perú la tiene y la sigue. (Aplausos).

 

Hans Rothgiesser: He apuntado algunas cosas que quería decir, no sé si saldrán en orden. Primero, con respecto al tema del compromiso. Como les comentaba cuando hablé hace un rato, mi otro medio tiempo estoy escribiendo sobre Economía, analizando la realidad económica. Considero que mi compromiso social está ahí bien surtido y ahí acabó. Sumido en la situación sobre la pobreza, sobre la falta de educación, sobre la reforma del sistema nacional de administración de justicia.  Con respecto a eso, le quería comentar -me parece que fue Alexis y Pedro-, cuando dicen “¿Quien está a favor de la justicia?”, “Uff, todos”, “¿Quién está a favor de la educación?”, “Todos”. Todos estamos a favor de la educación. El tema es cómo lograrlo, porque hasta el juez más corrupto en su cerebro piensa que está haciendo lo que es justo -para él-. Incluso a muchos de ellos, cuando los entrevistan, los encaran, ellos manifiestan un sentimiento de que están sacando una tajada de algo que creen que les corresponde. Entonces el tema no es principio de la justicia, sino la aplicación práctica de esto y la educación. En ese aspecto es muy importante la literatura, porque mediante ésta muchas personas van a formar sus valores, sus principios y van a tener ejemplos o héroes a quiénes imitar. Ahí creo que la literatura y lo que nosotros podamos escribir tiene un valor, una utilidad, en la educación a la sociedad o algo por el estilo. A lo que voy es que podría tenerlo, no necesariamente tiene qué. Con respecto a esto un amigo que era técnico de cine, me contó una vez –ustedes saben que el cine antes era con carretes y luego apareció la era digital y la industria que la hace mucho más simple de lo que era hace veinte años- que tenía una profesión bien específica y técnica que ahora ya no hace falta, escribió un guión emocionado, él también quería ser director y lo llevó donde Lombardi, un director bastante conocido y consagrado. Le dijo “Mira, tengo este guión, ¿qué opinas?”. Lombardi le dijo dos cosas, primero tienes que meter una escena en la cual un policía le pega a alguien… porque si no hay ningún elemento de autoridad abusando del pobre peruano nadie te la va a financiar (risas) y se acabó la discusión. Esto sucedió en los noventas, cuando esto era bastante presente. Tú veías una película peruana y veías eso o tenía el raje de la aristocracia peruana, que era el otro elemento presente en las películas peruanas. ¿Esto ayudó en algo? Está presente en todas las películas. Quizás Yuyachkani ayudó bastante en crear conciencia social, pero eso ayuda si lo haces bien, no si está por cliché, porque tienes que meterlo o porque te lo piden…  Otra cosa que quería comentar es que… cuando Alexis comentaba de qué partido es, la experiencia que tuve fue que me preguntaban hasta el cansancio de qué equipo era. No soy de ningún equipo de futbol. Pero tenía un grupo de personas que me perseguía ansiosa, fanáticamente para que defina de qué equipo era. Había cuatro de Cristal, dos de la U, seis del Alianza. Me decían, “Dinos, dinos que eres de Alianza y te vamos a proteger de los de la U”. Tenía 16 o 17 años, me parecía de lo más ridículo. Algo así pasa con los partidos políticos, ahora ya no tanto… “¿Eres neoliberal?”, “No, no sé”. “Ah, entonces eres caviar”. “No tampoco, no sé” (risas). Al final, los principios, los valores son mucho más complejos que simplemente una etiqueta que uno pueda ponerse. En eso estoy completamente de acuerdo. Otra cosa, no sé si ustedes conocen a un historiador Luis Torrejón, que ha enseñado en la Católica, en la UPC, en la del Pacífico, ha enseñado en todos lados, capísimo. Él me enseñó Historia económica del Perú. Avanzó las clases, los temas y al final nos hizo una clase de la música criolla. Nos demostró a través de grabaciones y de textos que la música criolla nació al mismo tiempo, más o menos, que el tango argentino. Sin embargo, uno va a la punta del cerro de Rusia y saben qué es tango y nadie sabe qué es música criolla, ni siquiera a la vuelta de la región. Esto no es casualidad. Lo que pasa es que los argentinos, por cómo está constituida su sociedad, fueron fusionando el tango con otros estilos de música que fueron llegando a Argentina. Nosotros en Perú le tenemos aversión a eso. Entonces la música criolla hasta hace poco es exactamente la misma a la que se tocaba hace muchísimos años en el bar, con la guitarrita y el cajón. Pero si alguien dice “¿Y si le metemos guitarra eléctrica?”, lo ejecutaban al instante. Eva Ayllón cometió el atrocinio de meterle música orquestada y fue criticada duramente por los más fervientes defensores de la música criolla en su estado original.  Y eso le hace daño al arte. El arte tiene que irse mezclando, tiene que irse fusionando con otras especies, con otra cosa, de tal manera que vaya manteniendo vigencia y siendo mejor para potras personas…  Mark Waid es otro genial escritor de comics. A él le preguntaron qué se espera de un escritor. Él dijo, “De un escritor no se espera que escriba. Eso está implícito. Sino para qué se llama escritor. De un escritor se espera que lea un montón, que esté constantemente leyendo, eso se espera de un escritor”... Sobre la Biblia, casualmente a mi profesora de literatura del colegio alguien le preguntó, “¿Profesora, por qué no nos ha recomendado un libro de cuentos fantásticos?”, “Ah, yo tengo uno genial”, y sacó la Biblia. (risas). “Los mejores cuentos fantásticos que he leído en mi vida”. Una señora de noventa años, creo. Efectivamente cuando empecé a leer la Biblia -le hice caso- como si fuera un libro de cuentos, una historia detrás de otra, sí, pues, son fantásticamente geniales. Como dice Alexis: Moisés, él que está detrás y viene el faraón y se abre el mar porque cree en Dios. Es como el libro de Harry Potter, que tiene que creer en sí mismo, un poco más megalómano. Es la misma historia prácticamente…  Hay un escritor de fantasía rusa cuyo nombre no voy a decir porque no puedo, porque necesito muchos años de educación bilingüe para hacerlo. El libro es Guardianes de la noche, un libro de fantasía urbana moderno, terriblemente complicado, complejo y pesimista en el cual los magos tienen que sacar un permiso, hacer un proceso burocrático, para hacer magia. Si tú eres mago bueno te van a dar un permiso pero va a equivaler a que un mago malo haga algo. Entonces si tú quieres sanar a tu abuelita, el burócrata te dice, “¿Estás seguro? Porque si pongo el sello acá hay un vampiro que se va a comer a tu vecino”. Entonces todo se va compensando. Todo lleva a que nadie haga nada, ningún mago, ningún vampiro haga nada porque se compensa… Que es un escenario terrible, porque equivale a tener un talento y no poder usarlo. Gracias (Aplausos).

 

Iván Bolaños: Quería comentar que hay una película Guardianes de la noche, una rusa, bastante interesante… Me voy a apoyar en lo que dijo Hans y es qué se espera de un escritor y es que escriba. Soy ingeniero industrial de profesión, escribo desde hace ya varios años por el placer de hacerlo, por el gusto de escribir, para un poco… diferenciando lo que es el escritor del ser humano. Como persona, los valores que mencionaba Alexis y Pedro, la justicia, que se imponga la verdad, que las personas sean consecuentes con lo que dicen, también estoy muy interesado en eso, me importa mucho. Se me acaba de ocurrir que ante la reformulada pregunta de Elton, quizás mi compromiso, la manera que logro sentirme satisfecho como escritor, es que la editorial que me ha publicado promueve un plan lector muy intenso en colegios a nivel nacional, lo que está repercutiendo en una mejor comprensión de lectura por parte de los chicos. Lamentablemente, muchos de ustedes lo saben, tenemos los niveles más bajos de la región en comprensión de lectura y mientras eso no sea corregido, subsanado, estos niños, cuando crezcan, van a perder muchas oportunidades, no van a poder defender sus derechos, plasmar sus ideas, ser ciudadanos plenos y completos. Por ahí va mi compromiso, mientras que con estos libros que pueden ser un poco más entretenidos e interesantes de los que solían recomendar en los colegios, los niños puedan mejorar su capacidad de lectura, habré contribuido de alguna manera a mejorar la situación. (Aplausos).