lunes, 6 de abril de 2015

Fantástico, Fantasy & CF en el Perú (2011). Iván Bolaños, Hans Rothgiesser, Pedro Félix Novoa, Mónica Belevan & Alexis Iparraguirre


Fantástico, Fantasy & CF en el Perú
Febrero (2011)

 

Iván Bolaños, Hans Rothgiesser, Pedro Félix Novoa, Mónica Belevan & Alexis Iparraguirre

 

Iván Bolaños: En este punto voy a coincidir con un escritor que ya participó en este congreso hace un par de días, José Donayre. Mencionó el entorno familiar y coincido con ello, pues es quizás la principal razón por la que escribo. Les voy a contar porqué. Mi abuelo y luego mi padre, se dedicaron la mayor parte de su vida a la distribución y exhibición de películas cinematográficas. Lo que hizo que desde pequeño pasara largas horas frente a las salas de cine, viendo películas de todos los géneros, de aventuras, de fantasía, ciencia ficción, que dejaron una huella muy profunda en mí. Recuerdo además que de chico me gustaba estar con mi abuelo, sentarme a su lado y relatarle cuentos de mi invención. A veces me ayudaba con preguntas muy oportunas, en momentos en que la inspiración parecía fallarme, y así lo volví coautor de mis primeras obras literarias. Soy ingeniero industrial de profesión, pero creo firmemente que una formación universitaria orientada a la ciencia, a los números, no es impedimento para contar relatos, contar historias, que es lo que me gusta hacer desde hace ya varios años. Esa es la principal motivación. Desde muy chico mi imaginación se disparó con todas estas películas y creo que así nació el bichito por contar mis propias historias. Sobre las influencias,  son muchas, el cine como ya les adelanté, pero también clásicos juveniles como Julio Verne, colecciones de aventuras como Bomba, el niño de la selva o historietas como Tamakún, el vengador errante que salió a fines de los 70’, historieta basada en una novela cubana escrita en los años 40’. Ya más grande, continué con relatos de Philip K. Dick, con Sueñan los androides con ovejas eléctricas, que después inspiró la película Blade Runner, Duna de Frank Herbert, La Taza de oro de John Steinbeck… novela que habla del pirata Henry Morgan cuando trató de conquistar Panamá… Eso en cuanto a los libros y las historietas. Pero el cine también influyó fuertemente en mí. Películas como Star Wars, que me agarró de ocho o nueve años de edad, Furia de titanes, la original, del año 81, Excalibur del 81, Tron del 82, Blade Runner, ya mencionada y Duna del 84. Fueron las más emblemáticas, las que más recuerdo, las que motivaron que me animara a contar historias… Pero también un juego de rol –lo comenté el año pasado- …un juego de computadora que jugué en el año 84, por aquella época las pc tenían 64 KB de memoria y para ese juego de rol había que tener una buena dosis de imaginación por los gráficos tan sencillos, simples, y que uno pudiera darle valor a toda su dimensión… Fue una experiencia muy interesante, que me atrapó por el año 85. Creo que con esto he explicado de alguna manera por qué escribo, por qué me gusta tanto escribir y cuáles son las motivaciones más importantes para escribir. Gracias. (Aplausos).

 

Hans Rothgiesser: Muchas gracias por la invitación a Elton y a la Casa de la Literatura. Con respecto al porqué uno escribe: A diferencia de lo comentado por José Donayre o Iván, yo no recibí una influencia de mi familia para dedicarme a la literatura. En mi familia todos son ingenieros, tienen una orientación menos creativa. Lo que sí hay son músicos, tocan música criolla, ese tipo de cosas. Pero no mucha orientación a la escritura o literatura. Estudié Economía y me dediqué a escribir sobre economía cada vez más. En el 2003 me dediqué a escribir prácticamente solo sobre economía y en el 2008 agarré un trabajo a medio tiempo, que pagaba más o menos las cuentas y en el otro medio tiempo, me di el lujo por año o año y medio a experimentar otras cosas que siempre quise hacer. En ese medio tiempo me dediqué a escribir. Empecé a escribir fantasía -y no otro género- básicamente porque en el otro medio tiempo escribía sobre la deprimente economía, la pobreza. Estaba tratando cosas que ocurrían en el país… Cuando me senté a escribir, pues me dije no quería escribir sobre el sufrimiento, estaba saturado de eso. Para escapar de esa realidad escribí fantasía y la primera novela fue más que todo una travesura, a ver qué pasaba.  A mucha gente le gustó, recibí varias críticas por internet positivas y constructivas… y me animé a escribir otra novela más cuidada, con una mejor estructura y con personajes más pensados. Le metí más tiempo y dedicación.  Sobre las influencias que he tenido.  Leo lo más que puedo, leo bastante, me encanta leer.  Empecé leyendo Julio Verne, un montón de cosas. Pero quizás lo que más influyó en cómo escribo fueron dos autores de fantasía. Uno es Phillip Pullman que escribió esta novela La brújula dorada, sobre la que estaba basada una terrible película hecha por alguien que aparentemente lo odia, porque la versión es terrible. Pero la novela es muy buena, son tres novelas más dos cuentos largos y todo junto cuenta una historia que es genial, muy buena, me encanta… La empecé a leer en un momento en el que pensaba que no se podía escribir nada nuevo original dentro de lo fantástico, como que ya estaba todo escrito. De repente apareció este escritor loquísimo con estas ideas geniales.  Y otro es Terry Pratchett, que acá en el Perú no es muy conocido, aunque sus libros sí los venden en todos lados.  Es un autor británico que todavía está vivo. Antes de que apareciera J. K. Rowling era el autor británico vivo más leído. Escribe dos libros al año, es una locura y básicamente en cada uno se burla de algo específico. Odia aparentemente la literatura. Tiene un libro en el que se burla de Shakespeare, otro en el que se burla de Tolkien, de Fausto.  Y su manera de escribir es muy buena,  tiene perfecto control de los adjetivos, de los adverbios. Todo está en su lugar y de repente te das cuenta de que hay cuatro páginas que no tienen que ver nada con la historia original, porque está rajando de alguien que se puso en su camino… Y definitivamente tendría que mencionar a los comics. Cuando estaba en la universidad y en los dos o tres años después de salir de la universidad -básicamente porque tenía plata para comprármelos- leí un montón de comics. Y cualquiera que lee comics sabe que hay una eterna discusión, que nació en España, supongo, sobre quién es mejor escritor de comics: Alan Moore o Neil Gaiman. Si acá hubiera dos personas que saben de comics uno se para a defender a Gaiman, el otro a Moore… Los dos escritores son muy buenos y tienen estilos diametralmente opuestos, son muy imaginativos. El autor que estoy leyendo fanáticamente ahora es George R. R. Martin. En mi blog he empezado a escribir sobre él porque lo admiro muchísimo, tiene un estilo narrativo que es terriblemente caótico pero que tiene perfecto control sobre las cosas que están pasando. Es demasiada información, demasiados personajes, demasiadas cosas, batallas, pero termina el libro y todo tiene sentido. Y te quedas tres años pensado “qué capo este tipo”... es una buena inspiración para querer ser mejor escritor, para tratar de hacer las cosas mejor. Eso es todo. Muchas gracias (Aplausos).

 

Pedro Félix Novoa: Primero quisiera agradecer a Elton Honores y también a la Casa de la literatura que permite estos espacios de difusión cultural con relación a diferentes géneros y especies de lo que es la literatura general. Sobre las motivaciones personales quisiera confesarles que así como Calderón Fajardo, él también escribe realismo y ficción. Yo también he incurrido en ese pecado. Tengo la necesidad visceral de arremeter en el realismo  –como dice Joyce- cuando uno a veces se siente como comido y vomitado. Al momento de sentirte así la realidad se configura y tienes que quedarte de esa manera, pero cuando te sientes en el mundo de los sueños me atrevo a especular y comienzo a ficcionalizar. La construcción de personajes se basa como diría Virginia Woolf, ante la vida, una manera de enfrentarse con ella es el silencio y otra manera es la literatura. Creo que como Virgina Woolf y otros escritores hemos decidido  en esta trinchera letrada y desde ahí gritar ciertas frustraciones, y algunos miedos. Esa es la motivación que he tenido. Mi formación ha sido bastante extraña, casi como para un cuento. Comencé siendo infante de marina, luego salí de ese oficio y fui profesor y luego me dedique a escribir y por ahí me di cuenta que la única manera de publicar libros para una persona de bajos recursos económicos era ganando concursos (risas). Decía, “nunca voy a poder publicar un libro, voy a tener que ganar un concurso”. Entonces para ganar un concurso pensé que era relativamente difícil, pero resultó definitivamente difícil (risas) comencé a tratar de poner un poco de ganas a esto y resulta que ha pasado el tiempo y por ahí tengo una biblioteca que sonríe con once ejemplares que de diferentes lugares me han enviado, de Barcelona, de Chile y también de acá de Perú… Aunque sea curioso decirlo, no es una perogrullada, pero ganar un concurso en el Perú resulta más difícil que ganar en el extranjero… en el Perú hay escritores muy cuidadosos, con una pluma bien pulida y enfrentarse con estos grandes escritores resulta muy duro. Acá en el Perú hay pocos concursos, he tenido la suerte de ganar el premio de novela de Horacio, el jurado fue Miguel Gutiérrez, un profesor extremadamente exigente y me aventuré con una novela que era un guiño y una celebración a toda la literatura norteamericana y también a la de Cervantes. Por ahí tuve que comenzar, decía cómo voy a pagar un libro, cuesta tres mil, 5 mil soles para publicarlo, que alguien te mencione, te comente, quién ¿no?… resulta que uno comienza a escribir. A mis alumnos les digo, en España hay 2500 concursos, acá hay unos 10 u 11. No es poca cosa porque a pesar de la crisis en España, te suelen reconocer, te publican, te mandan ejemplares si en caso ganas. Y esa es mi experiencia. El día de ayer ha venido el editor de Chile, Luis Saavedra –director de la revista Fobos- , conversamos un poquito, ese el lado amable… Me decía: a ti no te ha pasado el hecho de que tú que eres una persona que escribe resulta que eres un lector completamente diferente. Es verdad, uno quiere robar algo. “Quiero robarle la técnica, saber cuál es el gancho, descubrir su forma”. O sino esa pequeña pretensión de decir yo lo hubiera escrito diferente, o que ese personaje parece que no está logrado. De esa manera un poquito clandestina, me aboco en leer a estos escritores. En cuento, definitivamente a Borges, que creo que es un señor que hay que investigarlo por sus raíces alienígenas (risas), Cortázar es otro gran maestro del cuento, un gran escritor. Acá hay un escritor peruano que recomiendo, que ha sido un poquito lapidado porque un escritor de prestigio suele emitir una opinión de juicio, o al revés, se han peleado, resulta que este escritor queda clausurado. Por ejemplo, el caso de López Albújar. El gran y maravilloso escritor Arguedas dijo que había escrito una distorsión del indio.  Entonces Enrique López Albújar queda clausurado. Sin embargo, tiene buenos cuentos. “Ushanan Jampi” y “El campeón de la muerte”, que incluso me atrevería a decir incluso mejor que los de Valdelomar. Otro gran escritor que tiene un saco de peso en el hombro es Clemente Palma. Es un gran escritor. Recuerdo mucho los Cuentos malévolos. En “Los canastos” trabaja la sevicia, la maldad deliciosamente. Seguro que ustedes saben ese conflicto con Vallejo, nada menos, a quien calificó de mamarracho su obra. Al haber dicho eso Clemente Palma tendrá que seguir luchando. Me parece que, así que manejan lo que es las preferencias. Otro escritor en cuento es Isaac Asimov. Lo reverencio, me parece un tipo genial. En España hicieron un homenaje a Asimov, mandé un cuento tipo policial, a veces él usa esa mezcla de policial. Otro fue Daniel Salvo. Aparecen tres peruanos en esa antología: Salvo, Yelina Pulliti. En mi caso hablaba del narcotráfico alienígena. No quiero dejar pasar a Bradbury, excelente escritor. Cuando alguien dice que la ciencia ficción y la fantasía están subordinadas, siempre tengo el volumen de Farenheith 451 para ver si siguen pensando lo mismo. Muchos cambian de idea. Bradbury tiene una especie de mascarón de proa que utiliza la fantasía y la ciencia ficción. En drama, hubo un concurso en el Ministerio de Educación y bajo la influencia de Samuel Becket y Esperando a Godot, Tuve la oportunidad de salir en primer lugar con un drama de ciencia ficción. Es Muere el color verde, la gente no tiene agua y tiene que inyectarse catetes de agua para poder llorar (risas). Es una historia descabellada. Luego quisiera mencionar en novela al gran maestro William Faulkner, un tipo excepcional que ha hecho un magisterio de su literatura, para ganar el Nobel. El otro es Louis Ferdinand Celine, maneja el realismo sucio de una manera importante, Onetti en el Uruguay me ha influenciado también, Miguel de Cervantes Saavedra. Hay una parte en donde este loco impresionante que es el Quijote está frente a los molinos de viento y él cree que está en otra época, tiempo y su forma de hablar es otra, un español del siglo XII, está loco, no habla como la gente habla sino es español antiguo y frente a los molinos dice: “No fuyades, viles jayanes”. Esa locura se la puse a mente de Mauro Mina y es también una novela. Definitivamente, Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros, novela personal, para mí que he estado en la marina, es un cosquilleo es el pasado, pero la novela que es una arquitectura, un malabarismo,  es La casa verde. Con esta me parece que Vargas Llosa había puesto su nombre en el Nobel… me parece que se demoraron un poco, también quisiera reconocer en poesía, la hermana de García Lorca, Jurado especial hizo un concurso y tuve la pretensión de mandar un poema, de ciencia ficción, un pastor de asteroides, con la influencia de Pessoa, el maestro Vallejo y de Eielson… En el cine, soy una persona que necesita del cine porque a veces queremos escribir esos saltos, esos cruces, esa poesía en imágenes que el cine nos brinda como Fellini, a Tarkowski, tengo que subrayarlo: enmarcarlo y colgarlo ahí, Jodorowsky, específicamente Fando y Lis, Kurosawa… en fin, esas serían mis influencias (Aplausos).

 

Alexis Iparraguirre: Agradezco la acogida de la Casa de la Literatura Peruana para con quienes escribimos fantasía y ciencia ficción en estar tarde y la generosa invitación de Elton para este congreso. Empiezo contestando las dos preguntas que nos encargo absolver Elton con anticipación. La primera sobre la motivación para escribir. Había preparado un texto para ello, pero, dado que estamos en confianza y cada quien ha hablado un poco ayudándose de la memoria y de la nostalgia, me parece fuera de lugar que me refugie en él. Pero también voy a recurrir a la memoria y a la nostalgia y voy a empezar señalando que por 1980 el Perú era en blanco y negro. Por lo menos es mi recuerdo. Además me acuerdo de otra cosa: los que tenían televisión a colores en el barrio eran asediados por quienes no la tenían; los chicos nos moríamos por saber cómo es que se veía la bandera peruana o el patrón de sintonía a colores en televisión. Esos son mis recuerdos de los años 80, cuando era niño, y el Perú entonces vivía una especia de calma chicha, entre una modernidad que no terminaba de desatarse  y un modo de vida tradicional, antiguo, en el que, antes que sujetos, pertenecimos a nuestras casas, a nuestras familias: se tenía la costumbre del lonche y los primos nos conocíamos todos por nombres y apellidos, conocíamos los tíos y tías y a sus respectivos consortes. Es un Perú que ahora no existe. En esa época, que veo en blanco y negro, llegaron las películas  de ciencia ficción de las que se ha hablado en esta mesa, las que recuerdo una tras otra, tras otra. Eran, son, maravillosas. Saber que se podía viajar por el espacio, cuando los niños de entonces habíamos vivido todo el tiempo en los cien metros cuadrados de nuestro barrio, era un descubrimiento espectacular. Lo confieso: yo quise ser director de cine cuando vi La guerra de las galaxias. En realidad, primero quise ser científico, “Me dije, esto que veo en la película lo invento mañana”. Evidentemente, no se podía, y luego quise ser director de cine. Mi padre que es una persona muy realista, cuando le dije, a los 8 o 9 años, que quería ser director de cine, me replicó: “Hijo, eso no se puede hacer acá, te vas a morir de hambre mientras construyes tu set, así que has otra cosa”… Por ello, mi acercamiento a la literatura de fantasía y ciencia ficción también fue el acercamiento a los libros. Quiero decir que mi principal influencia fueron los libros que vendían a un sol o a cinco soles en la Avenida Grau o en Jirón Quilca. Quiero decir que la formación de un escritor en los años 80, si es que algo de eso tengo, era la de una persona que no encontraba libros con facilidad, que se encontraba siempre con pocos libros, usados, en mal estado y que, finalmente, cuando le preguntaban  otros “¿Y tú, qué escribes?,  decía, “Bueno, yo escribo fantasía”. Y me replicaban, “Bueno, pero eso es para niños” (risas). Me aconsejaban: “Deberías escribir sobre la realidad nacional, deberías escribir sobre los grandes hombres que han hecho el pasado de nuestro país; caray ¿por qué escribes fantasía?” “Porque me gusta”, he respondido, consciente de que las más de las veces ello se entiende por infantil y poco racional, pero ha sido la respuesta que he dado la mayoría de las veces. Así, la primera influencia fantástica para un escritor de mi generación -creo-, debería ser La guerra de las galaxias. Si vivió en el Perú, si la pasó aquí. La segunda, debiera ser la religión. No existe cosa más fantástica que la Biblia. Si ustedes no recuerdan, siempre lo remarco, hay una parte del Éxodo, donde Dios está harto de que Moisés no se decida a obedecerlo de inmediato. Se le mete en la tienda del campamento y quiere matar al hijo primogénito de Moisés. Entonces,  la esposa de Moisés corta el prepucio del niño recién nacido y se lo ofrece a Dios como si fuese un talismán, y Dios asustado corre y retrocede al desierto, y se pierde junto a sus ángeles que le acompañan. Una mujer con un prepucio puede hacer retroceder a Dios (risas). Eso dice la Biblia, que está llena de esas pequeñas historias maravillosas. Pero eso sería insuficiente como influjo si lo comparamos, por ejemplo, con la importancia en nuestras vidas de la religiosidad popular. Pienso en mi tía abuela que me llevaba a la iglesia de San Francisco para pedirle favores a San Judas Tadeo, a cambio de promesas de mayor devoción y dinero para su culto. Mi abuela me advertía entonces de que fueran promesas ciertas porque si los dones se me concedían y no cumplía las promesas, San Judas Tadeo  no solo me los retiraría sino que se cobraría del engaño duplicando mi necesidad. Por ejemplo, si yo pedía que mi abuelita, muy viejita, viviera diez años más, y el santo me lo concedía pero sin recibir el debido tributo, él le quitaba 10 años de vida al  papá  de uno o a la mamá de uno. Y mi tía abuela lo creían y mis papás también.  No falta el llamado a lo fantástico por cualquier lado. Ayer, por poner otro ejemplo, salió un arco iris, y lo primero que me dijo mi madre, que es de Morropón, de la sierra norte, fue “No lo mires de frente: es Apu”.  Si no tenemos una inclinación natural hacia lo fantástico en Lima, en el Perú, no sé dónde podría verla.  Pero aún existen entusiastas de la literatura como fresco de los males nacionales, orientada a la redacción de la gran novela sobre cómo es el Perú. Tal vez valga la pena hacerla; pero a mí me interesan más, y son gran influencia en mí, aquellas novelas que me dicen cosas más generales, por decir, cuáles son las limitaciones del hombre  como especie frente a la naturaleza. Voy a leer, contra mi promesa, una página de lo que escribí previamente para este congreso porque me puede ayudar a definir lo que me interesa de la literatura fantástica y en general de la literatura. Es una reflexión sobre la novela Ubik, de un autor admirado por muchos de esta mesa, K. Dick [lee]. “Confieso que una vez supe que se podía hablar con los muertos. No con médiums. Con máquinas en tanatorios. Las mujeres no dejaban de estar casadas con los difuntos, que encerrados en sarcófagos de cristal, les seguían diciendo el presupuesto del diario a sus cónyuges desde el otro mundo”. Ese es el universo de Ubik, una novela de Phil K. Dick. En ella, no me extraña que la tecnología consiga que la electricidad de los cerebros de los hombres siga generando pensamientos después de que sus corazones se aquietan o sus cuerpos se despedazan en accidentes cósmicos. Más bien, me parece un imposible en estado puro el impreciso sitio de la muerte que consigue Dick.  Parece un umbral reducido por las máquinas a lo controlable y predecible, pero es el pozo que contiene a las máquinas, a los personajes, al lector, y comprobamos nuestro engaño y nuestra ignorancia porque ella depreda invisible y meticulosamente  cualquier  explicación sobre cualquier asunto en Ubik. Ubik es una novela sobre el control tecnológico de la muerte, una operación de compra y venta para parientes melancólicos.  Pero Dick enuncia la muerte de los semivivos sin explicarla, como los lobos en la noche o los hombres alados en el desierto de los judíos. Pero, más aún, la hace evidente a los sentidos, aunque sigue siendo un trasmundo imposible para la comprensión de los hombres y nunca deja de serlo, incluso para Dick mismo. No es el drama de velorio o del hospital de los tiempos modernos, donde morir es algo que  siempre le pasa a otros, los que son adecuadamente, civilizadamente, limpiados, vestidos y empaquetados para que la familia extensa se vista de duelo el fin de semana. En Ubik, la muerte  es algo que nos pasa a nosotros constantemente y nos está devorando siempre y metódicamente. Y solo se puede decir que es “algo” porque, como todo lo real imposible, no tenemos (nunca tendremos) formas de hacerlo nuestro. Nuestros ancestros se protegían de ello haciendo el gesto contra el mal de ojo, o la señal de la cruz… Nosotros los emulamos cerrando buenos libros y pensamos en ellos horas,  días, quizás toda la vida.  Pero nuestros ancestros sabían que eso estaba ahí, esperando.  Por eso me interesa una literatura que procese lo imposible real,  porque no existe nada parecido en nuestro mundo para enfrentar los zarpazos que provienen de ese espacio, a menos que se acepten los tristes consuelos de la religión... Escribí un libro titulado El inventario de las naves. Le voy a hacer propaganda, porque me dijo Elton que era uno de los motivos para conversar hoy y solamente voy a decir lo que dice la contratapa [lee]: Me gusta escribir sobre hechos imposibles, irreductibles, porque tengo la esperanza de poder evocarlos de la manera en que las gitanas leen el futuro mirando en la necesidad del curioso que las manos sostienen… Desde luego, tengo el anhelo que eso sean solo márgenes, la invocación de un hechicero loco que pide a los lectores que lo amen, como otro que persigue a gritos a un pueblo en un desierto. Lo imposible está en el centro de las historias a las que esa contratapa presta boca, como una máquina ingenua que quiere extraer voces al hocico de la muerte. Lo real es experimentar la lectura, es leer para saber si el autor miente o por el contrario ha entendido que, como entiende bien las gitanas, para decir una historia hay que compartir la ansiedad de quien pregunta por el destino. Cuando eso sucede, cuando la gitana comparte la ansiedad de quien pregunta, la lectura es realmente el futuro. Entonces la literatura es más y mejor guía. Muchas gracias (Aplausos).

 

Mónica Belevan: […]

 

Elton Honores: Vamos a pasar a la segunda parte. Voy a ser algo malévolo con ustedes. La segunda parte tenía que ver con cómo entendían ustedes el fenómeno de lo fantástico o la ciencia ficción pero quisiera agregar una vieja pregunta… la idea del escritor y el compromiso con la realidad social, política, histórica. Es una pregunta algo perversa…

 

Mónica Belevan: […]

 

Alexis Iparraguirre: En realidad la pregunta por el compromiso político es una pregunta que suena fuerte desde hace cuarenta, cincuenta años… personalmente la escucho más de veinte años, pero vive en los libros –imagino- desde que el siglo XX empezó, probablemente antes. Es una pregunta que ninguna persona que escribe se hace hasta que tiene que dejar la comodidad del escritorio y salir a combatir al mundo. En mi caso, fue salir a trabajar a espacios distintos de la universidad en que estudié,  donde solo me había dedicado a la vida académica. En otras universidades, en foros distintos, me ocurrió casi de inmediato que me preguntaran: “¿Y tú, de qué partido eres?” Naturalmente no soy de ningún partido. “No, pero tienes que ser de izquierda”. Y yo dije “¿Pero por qué?”…  Yo sí creo en la justicia social y esas cosas probablemente porque también soy católico y los católicos –por lo menos como católico cultural, porque no soy nada practicante- sí somos afines con las ideas de solidaridad,  con los valores de vida comunitaria  y con el compromiso social que predican las izquierdas. He oído con frecuencia que esta declaración de afinidad es insuficiente para quienes les reclaman a los escritores con autoridad normativa algún tipo de definición política. “No, no, no, compromiso ideológico”, piden. Incluso sé que, fieles a la ideología que han destilado como la más lúcida, reflexiva y coherente con ideologías de izquierda, existen círculos de escritores que piensan que la verdadera literatura peruana debe hacerse en quechua o en una variedad del castellano andino que algún poeta iluminado tendrá que escribir en algún lugar de la sierra. Y sé que esos escritores, y  los críticos que los acompañan, están dispuestos a negarle todo a los que no piensen así, pero todo. Curiosamente, hay otros que piensan que está bien que el escritor, generador de discursos artísticos,  no tenga ninguna posición, pero que naturalmente a la hora de presentarse públicamente para opinar tiene que declarar su lealtad hacia los valores de statu quo, es decir, que apoya al presidente de la República, que la economía va por el camino correcto y que, finalmente, todo está bien y que el Perú avanza. Ninguna de estas posiciones –la del faccioso y la del adulador- me parecen actitudes dignas de seguirse. Sin embargo, da igual. Sabemos que existen una serie de clasificaciones y  pleitos que contraponen escritores, las más de las veces sobre la base de viejas cuentas personales antes que por motivos políticos. Ello en lo particular no me interesa. No obstante, no deja de ser curioso que, en un medio cultural tan lleno de carencias, para pertenecer a una comunidad letrada cada vez más devastada por los vicios frecuentes de nuestra educación, sea necesario estar en algún tipo de bando. Caray, a la educación peruana y a las letras le ha ido tan mal en los 80 y en los 90 que ¿vale la pena seguir perteneciendo a bandos que, pretendidamente, la han encabezado o dirigido? ¿Hay razones para pensar que se es mejor, de alguna forma, siendo de un bando o del otro? Ninguna. Pero también creo que todo escritor, y cualquier persona, tiene el deber y la obligación de pronunciarse sobre aquellas cosas que considera benéficas, preocupantes o dañinas en su país. Reivindico en este punto el natural derecho de un escritor a ser un ciudadano cualquiera.  En lo personal, algunas cosas me interesan sobremanera. Me interesa que no se depreden los bosques de la Amazonía –puede parecer muy naif, pero me interesa por extensas razones-; me interesa que a nadie le interese la manera brutal cómo cambia todos los días el clima en Lima, un tema con seguridad vinculado al calentamiento global, el que no parece ser tema a tratar en ningún plan de gobierno de quienes por estas fechas candidatean a presidente. La agenda ecológica, me interesa. Me interesa que se mate a gente eventualmente sin respetar la ley… eso no debería pasar de ninguna forma. Si tuviera que suscribir alguna acta de principios diría que borrosamente liberal en el sentido más positivo y amplio de la palabra liberal. Pero si tuviera que elegir entre ganar más plata o proteger los derechos de alguien, definitivamente elijo proteger los derechos de alguien porque no me gustaría que violaran los míos –la plata a lo sumo me pone un poquito más contento, pero derechos violados entristecen a todos en nuestra más profunda dignidad. Eso es lo que tendría que decir. (Aplausos).

 

Pedro Félix Novoa: Quisiera empezar con unas palabras de Sartre “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. Como ya lo dijeron los más grandes escritores que he leído, necesariamente, he estado construido o identificado con una clase social. Estoy identificado con un pensamiento, como decía Iparraguirre, hay muchas injusticias. No creo tener la pose del malditismo, un solipsismo ingenuo quizás que me encubra, o como un ciudadano que está en una burbuja. Pero eso pienso como ciudadano. He sido criado, educado en una educación no tanto comprometida con idea o un bando como se dijo acá, sino con unos ideales sociales, ideales de crítica. Me parece oscuramente fantástico que por ejemplo se olvide tantas muertes, tantos asesinatos, tanta miseria en una realidad que nos aplasta el cuello. Creo que como ciudadano estoy identificado con una postura no tanto de compromiso con un bando pero sí con unas ideas, de justicia, de solidaridad. No puedo dejar pasar tanta literatura que ha hablado sobre el tema tan visceral como la guerra interna. Creo que vivo en Lima, esos bombazos, esos apagones no eran producto de mi imaginación, existió. Creo que el escritor cuando se aproxima a esto va a tener diferentes posiciones. Uno se arriesga a decir “Mira, soy una persona que no tiene un color político”. Eso es más de lo mismo, me parece. El ciudadano tiene que tener ideas con relación a un compromiso político con ideales y consigo mismo. En ese sentido, necesariamente me identifico con este tipo de ideas: justicia social, igualdad, etc. Ahora, como escritor creo también, como alguna vez lo dijo Miguel Gutiérrez, tenemos que leer el arte. El arte ya es distinto. Por ejemplo digo, “Chicos, he escrito un cuento sobre un individuo que no le gusta ir al colegio, es un vago, y que a través de un complejo sistema informático compra unos CD de música  y el tipo tiene superpoderes, una cosa puramente alucinante” y me divierto. Yo con la literatura me divierto. Soy profesor de colegio también de universidad, veo que los chicos se divierten con esto, que imaginan. Digo “¿Por qué no?”. En el cuento no vamos a encontrar un discurso totalmente directriz, pero creo que si en caso me sale un cuento así no tendría porque borrarlo, o rasgarme las vestiduras. Decir, “Yo soy de Lima pero tengo mi casa, en fin, no prendo la televisión”. Yo creo que sí estoy comprometido con una posición de crítica, como ciudadano. Algún día de repente podría escribir algo con relación a un tema de esa crítica. No sé si lo pueda hacer. Pero respeto mucho y aquí se ha hablado sobre una cuestión del gueto, por ejemplo, ¿hemos leído a Sócrates Zuzunaga? Ese gran escritor que tiene un lenguaje quechuizado como el de Arguedas; indiscutible heredero del autor de Todas las sangres. A mí me parece fabuloso. Como yo escribo delirantes fantasías, un tipo que se transforma en un cerdo con un artefacto alucinante, es su manera de subversión al sistema y que la única manera que le queda es inmolarse. Pero me sentiría deshonesto si les dijese que esa discusión entre compromiso y no compromiso es un tema que ya sabe a viejo. No sabe a viejo, amigos, nos hiere. Por lo menos a mí, como una persona que ha surgido de las clases bajas resulta que necesariamente, como limeño, como peruano y como persona que ha leído desde Mario Vargas Llosa hasta El principito, de pronto tenemos que Lima nos convierte en unos ciudadanos distintos. Vamos a encontrar que frente a este tipo de realidad, el escritor -como diría Virginia Woolf- nos queda el silencio o nos queda la palabra. He escogido la palabra, he escogido escribir y de repente me gusta eso como ideal y me parece que son ideales que mucha gente en el Perú la tiene y la sigue. (Aplausos).

 

Hans Rothgiesser: He apuntado algunas cosas que quería decir, no sé si saldrán en orden. Primero, con respecto al tema del compromiso. Como les comentaba cuando hablé hace un rato, mi otro medio tiempo estoy escribiendo sobre Economía, analizando la realidad económica. Considero que mi compromiso social está ahí bien surtido y ahí acabó. Sumido en la situación sobre la pobreza, sobre la falta de educación, sobre la reforma del sistema nacional de administración de justicia.  Con respecto a eso, le quería comentar -me parece que fue Alexis y Pedro-, cuando dicen “¿Quien está a favor de la justicia?”, “Uff, todos”, “¿Quién está a favor de la educación?”, “Todos”. Todos estamos a favor de la educación. El tema es cómo lograrlo, porque hasta el juez más corrupto en su cerebro piensa que está haciendo lo que es justo -para él-. Incluso a muchos de ellos, cuando los entrevistan, los encaran, ellos manifiestan un sentimiento de que están sacando una tajada de algo que creen que les corresponde. Entonces el tema no es principio de la justicia, sino la aplicación práctica de esto y la educación. En ese aspecto es muy importante la literatura, porque mediante ésta muchas personas van a formar sus valores, sus principios y van a tener ejemplos o héroes a quiénes imitar. Ahí creo que la literatura y lo que nosotros podamos escribir tiene un valor, una utilidad, en la educación a la sociedad o algo por el estilo. A lo que voy es que podría tenerlo, no necesariamente tiene qué. Con respecto a esto un amigo que era técnico de cine, me contó una vez –ustedes saben que el cine antes era con carretes y luego apareció la era digital y la industria que la hace mucho más simple de lo que era hace veinte años- que tenía una profesión bien específica y técnica que ahora ya no hace falta, escribió un guión emocionado, él también quería ser director y lo llevó donde Lombardi, un director bastante conocido y consagrado. Le dijo “Mira, tengo este guión, ¿qué opinas?”. Lombardi le dijo dos cosas, primero tienes que meter una escena en la cual un policía le pega a alguien… porque si no hay ningún elemento de autoridad abusando del pobre peruano nadie te la va a financiar (risas) y se acabó la discusión. Esto sucedió en los noventas, cuando esto era bastante presente. Tú veías una película peruana y veías eso o tenía el raje de la aristocracia peruana, que era el otro elemento presente en las películas peruanas. ¿Esto ayudó en algo? Está presente en todas las películas. Quizás Yuyachkani ayudó bastante en crear conciencia social, pero eso ayuda si lo haces bien, no si está por cliché, porque tienes que meterlo o porque te lo piden…  Otra cosa que quería comentar es que… cuando Alexis comentaba de qué partido es, la experiencia que tuve fue que me preguntaban hasta el cansancio de qué equipo era. No soy de ningún equipo de futbol. Pero tenía un grupo de personas que me perseguía ansiosa, fanáticamente para que defina de qué equipo era. Había cuatro de Cristal, dos de la U, seis del Alianza. Me decían, “Dinos, dinos que eres de Alianza y te vamos a proteger de los de la U”. Tenía 16 o 17 años, me parecía de lo más ridículo. Algo así pasa con los partidos políticos, ahora ya no tanto… “¿Eres neoliberal?”, “No, no sé”. “Ah, entonces eres caviar”. “No tampoco, no sé” (risas). Al final, los principios, los valores son mucho más complejos que simplemente una etiqueta que uno pueda ponerse. En eso estoy completamente de acuerdo. Otra cosa, no sé si ustedes conocen a un historiador Luis Torrejón, que ha enseñado en la Católica, en la UPC, en la del Pacífico, ha enseñado en todos lados, capísimo. Él me enseñó Historia económica del Perú. Avanzó las clases, los temas y al final nos hizo una clase de la música criolla. Nos demostró a través de grabaciones y de textos que la música criolla nació al mismo tiempo, más o menos, que el tango argentino. Sin embargo, uno va a la punta del cerro de Rusia y saben qué es tango y nadie sabe qué es música criolla, ni siquiera a la vuelta de la región. Esto no es casualidad. Lo que pasa es que los argentinos, por cómo está constituida su sociedad, fueron fusionando el tango con otros estilos de música que fueron llegando a Argentina. Nosotros en Perú le tenemos aversión a eso. Entonces la música criolla hasta hace poco es exactamente la misma a la que se tocaba hace muchísimos años en el bar, con la guitarrita y el cajón. Pero si alguien dice “¿Y si le metemos guitarra eléctrica?”, lo ejecutaban al instante. Eva Ayllón cometió el atrocinio de meterle música orquestada y fue criticada duramente por los más fervientes defensores de la música criolla en su estado original.  Y eso le hace daño al arte. El arte tiene que irse mezclando, tiene que irse fusionando con otras especies, con otra cosa, de tal manera que vaya manteniendo vigencia y siendo mejor para potras personas…  Mark Waid es otro genial escritor de comics. A él le preguntaron qué se espera de un escritor. Él dijo, “De un escritor no se espera que escriba. Eso está implícito. Sino para qué se llama escritor. De un escritor se espera que lea un montón, que esté constantemente leyendo, eso se espera de un escritor”... Sobre la Biblia, casualmente a mi profesora de literatura del colegio alguien le preguntó, “¿Profesora, por qué no nos ha recomendado un libro de cuentos fantásticos?”, “Ah, yo tengo uno genial”, y sacó la Biblia. (risas). “Los mejores cuentos fantásticos que he leído en mi vida”. Una señora de noventa años, creo. Efectivamente cuando empecé a leer la Biblia -le hice caso- como si fuera un libro de cuentos, una historia detrás de otra, sí, pues, son fantásticamente geniales. Como dice Alexis: Moisés, él que está detrás y viene el faraón y se abre el mar porque cree en Dios. Es como el libro de Harry Potter, que tiene que creer en sí mismo, un poco más megalómano. Es la misma historia prácticamente…  Hay un escritor de fantasía rusa cuyo nombre no voy a decir porque no puedo, porque necesito muchos años de educación bilingüe para hacerlo. El libro es Guardianes de la noche, un libro de fantasía urbana moderno, terriblemente complicado, complejo y pesimista en el cual los magos tienen que sacar un permiso, hacer un proceso burocrático, para hacer magia. Si tú eres mago bueno te van a dar un permiso pero va a equivaler a que un mago malo haga algo. Entonces si tú quieres sanar a tu abuelita, el burócrata te dice, “¿Estás seguro? Porque si pongo el sello acá hay un vampiro que se va a comer a tu vecino”. Entonces todo se va compensando. Todo lleva a que nadie haga nada, ningún mago, ningún vampiro haga nada porque se compensa… Que es un escenario terrible, porque equivale a tener un talento y no poder usarlo. Gracias (Aplausos).

 

Iván Bolaños: Quería comentar que hay una película Guardianes de la noche, una rusa, bastante interesante… Me voy a apoyar en lo que dijo Hans y es qué se espera de un escritor y es que escriba. Soy ingeniero industrial de profesión, escribo desde hace ya varios años por el placer de hacerlo, por el gusto de escribir, para un poco… diferenciando lo que es el escritor del ser humano. Como persona, los valores que mencionaba Alexis y Pedro, la justicia, que se imponga la verdad, que las personas sean consecuentes con lo que dicen, también estoy muy interesado en eso, me importa mucho. Se me acaba de ocurrir que ante la reformulada pregunta de Elton, quizás mi compromiso, la manera que logro sentirme satisfecho como escritor, es que la editorial que me ha publicado promueve un plan lector muy intenso en colegios a nivel nacional, lo que está repercutiendo en una mejor comprensión de lectura por parte de los chicos. Lamentablemente, muchos de ustedes lo saben, tenemos los niveles más bajos de la región en comprensión de lectura y mientras eso no sea corregido, subsanado, estos niños, cuando crezcan, van a perder muchas oportunidades, no van a poder defender sus derechos, plasmar sus ideas, ser ciudadanos plenos y completos. Por ahí va mi compromiso, mientras que con estos libros que pueden ser un poco más entretenidos e interesantes de los que solían recomendar en los colegios, los niños puedan mejorar su capacidad de lectura, habré contribuido de alguna manera a mejorar la situación. (Aplausos).

Operas primas: el sentimiento de lo fantástico (2011) Jeremy Torres, Yeniva Fernández, Augusto Murillo de los Ríos, Carlos E. Freyre & Julio Meza Díaz





Operas primas: el sentimiento de lo fantástico
Febrero (2011)


 


Jeremy Torres, Yeniva Fernández, Augusto Murillo de los Ríos,
Carlos E. Freyre & Julio Meza Díaz


 


Jeremy Torres: Lo fantástico es eso que queda fuera, cuando terminamos de definir lo fantástico. Cito a Cortázar pues, él nos dio una noción de los que es ese sentir para definirlo de acuerdo a nuestras vivencias, para no encasillarlo a un único momento, en el que la falta de duda puede  volver extraño o maravilloso.  Lo fantástico ocurre todo el día, a toda hora. Es una fuerza que invade nuestra realidad de manera tan sutil que la lógica parece encontrarle sentido.  Mi relación con el mundo de la literatura comenzó con una coincidencia, algo que yo confieso, creo, escapó de toda ley natural aplicable. Fue una excepción única e irrepetible. Cambie levemente mi rutina una mañana, decidí comprar los cigarros en el grifo, habitualmente los compro en la tienda. Vale decir que el Repsol está a siete cuadras del lugar en el que estaba aquel día y la tienda solo a dos. Caminaba de lo más normal cuando escuche un sonido metálico, desvié la mirada para ver qué era, quizá algo de dinero. Me sorprendí mucho cuando vi a una chica que trotaba por el golf de San Isidro con un gancho de metal descendiendo por su cabello, el objeto golpeo el suelo. Raudo recogí el gancho de metal y trote hacia su persona. Sonreí y le dije: se te cayó. Ella me devolvió la sonrisa y comenzamos a conversar.  Aquel fue el día que el escribir dejo de ser una pasión escondida, y descubrí que lo  importante no son las leyes, sino las excepciones de las leyes.  Aquella chica fue la que leyó por vez primera mis cuentos, y luego mi primera novela. Me atrevo a decir que es la persona que más he querido en mi corta vida. Y la que me dio el coraje para intentar publicar. Díganme ustedes si eso no escapa de toda explicación científica dable, ¿cómo solo siete cuadras pudieron cambiar para siempre mi vida? Sé que no se puede explicar, y eso hace que el sentimiento de lo fantástico sea tan sublime para mí.  Cuando escribo no busco crear un mundo nuevo. Me siento más cómodo hablando de mi ciudad, de los lugares que solía visitar y de los que recorro siempre. Busco impregnar con algo de fantasía esos lugares. Uso como ejemplo un fragmento de mi primera novela, El Camino de los Aegeti [lee]: “Lima es una ciudad gris y caótica, una tierra dispareja de niños ricos y hermosos dispuestos a vivir sin imaginar lo que sucede al otro lado, atrapados en una burbuja perfecta. Lima, ciudad de gallinazos sin plumas que a base de sudor y botellas de plástico intentan tener, en vano, su burbuja imperfecta” En esa parte describo lo que para mí es Lima, una ciudad dividida. [lee]: “Me despedí del anciano con un apretón de manos, él sonrió con sus dos únicos dientes, me aleje poco a poco de la plaza de armas de Lima, hipnotizado por la catedral, subí los escalones y mire con cautela la gran puerta de madera, observe mi alrededor: Nadie me veía, las sombras cubrían mi cuerpo. Alcé la mirada y concentre la energía espiritual en mis piernas. Di el salto, me elevé con facilidad mientras mi sombra se dibujaba sobre la plaza, di una voltereta para caer con gracia sobre el techo del templo cristiano”. Es este mi sentimiento de lo fantástico, impregnar con eso que no se puede explicar una situación totalmente convencional.  Intentar crear una duda. Julian Spiegel, el personaje principal de mi novela, es un joven de lo más normal quizá con algo de suerte pues vive como un rey y tiene un auto clásico en una Lima decadente. El sabe que no es normal, es un Aegeti, seres humanos elegidos entre millones para proteger la tierra de aquello que habita entre las sombras y pesadillas.  Y eso que él debe de ser, y trata de evitar  irrumpe en su vida, cada que se encuentra haciendo algo tan normal como ir a la universidad, o salir con la chica de la que está enamorado.  El proceso de creación de Julian fue bastante sencillo para mí, pues lo nutrí con mis anécdotas, y le di mi personalidad. Recuerdo que alguna vez escuche que nuestros personajes son extensiones de quienes somos, y/o, de quienes fuimos alguna vez. Con el resto de personajes de mi historia use el mismo método, Isabela tiene algo de una chica con la que asistía a conciertos de rock n roll en Barranco, pero además posee los dos rasgos que me encantan en toda mujer ojos de luna endemoniada y una lengua que no se calla nada. Y del mismo modo con los demás personajes, todos son de una forma fantástica personas que realmente pisan o pisaron lima. El termino Aegeti, que significa el que interviene, apareció en mi mente una mañana mientras escuchaba “Wild child”, una canción de The Doors, “Wild child full of grace, savior of the human race”. Eso me inspiro, y de aquella situación convencional, tal cual es, escuchar música. Nació una situación fantástica, fue la piedra que me llevo a poder seguir con la novela, pues cazador, mago, y etc, son términos demasiado comunes, yo necesitaba crear algo que jamás antes hubiese sido mencionado, para así darle más misterio a mis escritos. Luego de mi pausa, hablare de mis influencias literarias. (Aplausos).


 


Yeniva Fernández: Empezaré con las motivaciones para escribir que es lo que conversamos por correo.  En realidad soy muy floja. Escribo muy poco. A mí las historias se me vienen a la mente en imágenes. Se me hace muy difícil pasar de las imágenes a las palabras. Si tuviera plata y don de mando haría cine, pero como no tengo lo uno ni lo otro es más fácil escribir. Hay muchas cosas que no me gustan del mundo tal como es, de la realidad. La creación es un medio por el cual puedo cambiarla como me hubiera gustado que fuera la realidad. Escribo también porque me gustan las historias, que suspenden el tiempo de la realidad, en un tiempo mágico, en el tiempo de la historia y puedo pasar días metida en la historia. Cuando vuelves al mundo de la realidad han pasado dos horas leyendo, una tarde leyendo, has vivido ese tiempo en el que has estado metido en esa historia. Respecto a las influencias, mis primeras influencias no son nada literarias, fueron los cuentos que me contaron mis primas que venían de la sierra. Me contaban cuentos de fantasmas, de demonios, me dejaban superfascinada. También veía mucha tele, veía un dibujo animado bien raro, un anime que se llamaba “Sombrita” tuvo solamente ocho o diez capítulos porque sospecho que no era para niños. También era fan de “Un paso al más allá”, la “Dimensión desconocida”, “La hora macabra” (risas). Esas cosas me encantaban. Ya después, a los 12, 14  años leo a Poe, Borges, en la universidad, Cortázar, Maupassant, Le Fanu, un autor que admiro mucho y realistas también. Dostoievsky. Recuerdo que cuando tenía 12 años quería ser como Dostoievsky, juraba que iba a ser como Dostoievsky pero eran sueños de niño. Otras influencias fantásticas, Bierce, Stevenson. No discrimino entre lecturas realistas y fantásticas. Leo de todo, porque creo que de todo uno se nutre  y enriquece. (Aplausos).


 


Augusto Murillo: Buenas tardes. El tema de esta relación con la fantasía, el sentimiento de lo fantástico, justamente como dice Jeremy, a todos nos pasa por mera casualidad y espontaneidad. El tema de la fantasía, de crear mundos alternos, personajes diferentes a los que nos rodean en la realidad, sucede por una rebeldía de nosotros mismos por no fundirnos en la misma realidad sino crear mundos diferentes, personajes diferentes entre buenos y malos. Lo que me sucedió fue que experimenté un tiempo de soledad. Como dijo Elton, estuve en Europa sin amigos sin familia estudiando para una maestría y en verdad me sentía muy solo. Llegué un día a cenar solo y me di cuenta que era navidad. Alguien por ahí, un ángel me dijo ¿por qué no escribes algo? eso que tienes en la cabeza –ella le decía basura- ¿por qué no la botas? ¿Por qué no la escribes? mucha de ella es interesante y puede convertirse en un cuento o en un libro. Cuando escribí mi primer párrafo ya no me pude detener. Nunca había escrito nada en cuestión a  algo tan literario, me salió un libro bastante gordito, me demoré bastante y creo que a todos nos pasa de que hay momentos que te demoras tres meses en escribir una línea como una hora en escribir diez páginas. Un escritor de ficción no necesita como los poetas un minuto de inspiración sino muchos minutos de inspiración y alimentarnos de temas fantásticos. Como dijo Jeremy y Yeniva, estamos alimentados de animes, de películas de terror. No puedo leer otra cosa que no sea terror o en todo caso algo fantástico o ciencia ficción. Justamente nosotros estamos cansados de leer siempre lo mismo, sobre todo acá en el Perú. No sé si a todos les pasa pero me veo limitado a la hora de escoger un libro peruano porque mi tema no es la política, las drogas, el homosexualismo y todo lo que se lee aquí, infidelidad o amores no correspondidos. El que se va por lo fantástico no quiere eso, quiere leer seres de otro mundo, dimensiones paralelas, quiere leer miedo. El libro que comencé a escribir en Europa, junté todos mis miedos, mis temores, traumas, justamente mis fantasías de crear universos paralelos. El Catalizador es un libro apocalíptico. Se basa en el apocalipsis bíblico, aunque no sea ni católico ni cristiano ni de ninguna religión me encanta el tema mitológico religioso, no solamente de la religión católica sino de otras más. El libro empieza con el personaje principal que despierta un día con todas sus cosas de  joven de 22 años, es decir, sus problemas de amoríos, de  amigos, de enemigos, y en la universidad, es un tonto más que camina por el mundo. Un día despierta, va a saludar a su madre, no la encuentra, se da con que la casa está cerrada, nadie ha salido de ahí, le parece extraño intenta abrir la puerta y se da cuenta de que no hay nadie en la calle, en las tiendas, no hay nadie caminando. Encuentra carros estrellados contra postes y algo ha sucedido, una bomba nuclear que evapora los cuerpos o algo por el estilo, pero han desaparecido. Para él todos están muertos. Él vive en un pueblo “ciudad”, en la frontera entre Hungría y Rumania, Edengard que creé para el tema del misterio del libro. No quería que la historia transcurriera en Nueva York, Lima, París, Tokyo  o cualquier ciudad importante, sino en un lugar en donde el lector diga “dónde está esto” agarre el mapa y trace con el dedo buscando dónde queda este pueblo desconocido. Este muchacho va al televisor, no capta ninguna señal, la radio tampoco, internet tampoco y efectivamente todo el mundo ha desaparecido excepto él. Trata de indagar a descubrir cómo es la vida de una persona que se encuentra sola en el mundo. Lo primero que hace es tomar todo lo que le apetece. Coge un auto último modelo y lo estrella contra algo simplemente porque no hay nadie que lo vea, va al centro comercial y coge el televisor más grande… Hace todo lo que uno haría estando solo, “Como no desaparecen todos y me agarro todo” una fantasía ilegal…  Cuando pasan los días y está a puertas de la locura, decide salir de ahí, de ese pueblo. Cuando escribía esto, siempre he imaginado algo así: despertar y no encontrarse con la gente, encontrarse solo, por el tema personal de misterio, de terror de soledad absoluta y decir “¿y ahora qué hago? Comenzar a investigar y así, este muchacho decide salir a buscar qué es lo que sucede, buscar a otras personas. Se da cuenta que el pueblo está rodeado de una barrera de árboles que no lo dejan salir. Cuando está a punto de conseguirlo, aparecen cuatro individuos de negro, muy diferentes. Ellos se presentan a él y le dicen “Tú eres el catalizador. Estamos acá porque queremos persuadirte, y abras una puerta que conecta todas las dimensiones, queremos abrir la puerta a la dimensión del Cielo”. Ellos son unos demonios que lo quieren usar para invadir el Cielo. Él, entre la realidad y el miedo, entra en conflicto contra ellos, le dicen que es especial. “Eres un nuevo Adán que va a recrear el mundo, eso suele pasar cada 10 millones de años” No voy a contar más del libro. El libro no lo iba a publicar, era una cosa mía, una historia que quería terminarla. Cuando llego a la mitad, y como le pasó a Jeremy, me encontré con una profesora de literatura que había leído muchos libros, tenía una biblioteca impresionante y fue el empuje anímico que necesitaba para decidirme a publicar. Presenté mi libro a Estruendomudo y me dijeron “nosotros no publicamos este tipo de historias, pero nos gusta, lo está leyendo otra persona y es algo que en el Perú hay poquísimo”. Lo que me han dicho en cuestión a crítica es que el libro puede ser una película, llevarlo a la pantalla grande y puede funcionar. Cuando uno lee estas historias fantásticas se las imagina así… Gracias a muchas personas y a muchas críticas, que felizmente todas han sido positivas, ahora estoy acá. Muchas gracias. (Aplausos).


 


Carlos Freyre: Buenas tardes. Soy Carlos Freyre. La novela que he publicado el año pasado es El fantasmocopio. Podemos resumirlo como una máquina para leer a los muertos. Intentaré hablar sobre las motivaciones personales que tiene que ver con ese punto trágico que tiene la vida de los escritores, que es la separación de mis padres, que hace que muchos años, desde niño, estuviera dando vueltas de un lugar a otro, entre mi padre, mi madre y mi abuela. Y finalmente en mi casa materna se van dando cosas que van a ser fundamentales en el tiempo. Aprendí a leer desde muy niño cuando tenía cuatro años. En el desván de la casa había una gran cantidad de libros olvidados, de tal modo que las arañas estaban muy felices viviendo. Descubrí a Ricardo Palma, mucho antes que a su hijo y empecé a tomar esta adicción por la lectura que aún persiste en mi vida personal. Es una cuestión religiosa leer varias obras tanto como escribir y trabajar… En mi casa teníamos un empleado que se llamaba Teófilo Bernabé,  que es el personaje central de la novela y la frase más grandilocuente que puede expresar la relación de mi familia con Teófilo Bernabé es la siguiente: “No te juntes con Teófilo porque tiene piojos”. Esta frase racista, clasista, que un niño no la comprende en el instante, obviamente muchos años más tarde la tengo bien en claro. Teófilo no tenía ni un piojo pero Teófilo era un niño que se había escapado hace muchos de su casa y había caído en mi casa a ser empleado. Con el paso del tiempo, cuando uno decide escribir, porque uno toma la decisión de hacerlo, va ir construyendo esa serie de ficciones, de fantasías. Hay una decisión que tomé hace unos años, que al final, en vez de destruir esa tendencia literaria, terminó de fortalecer. Fue que decidí incorporarme al ejército. La vida del ejército es una vida muy ruda para una persona común y corriente. Creo que escapaba a esta cuestión tan rígida, fantaseando. No creo que sea normal para el auditorio ver caminar a una persona 45 kilómetros con un casco sobre la cabeza, un fusil, con un calor de 33 grados a la una de la tarde por el desierto. Obviamente que necesita o un gran poder de sometimiento al clima o –en mi caso- una abstracción terrible: yo no estaba en la caminata, estaba en otro sitio menos en la caminata. Estas largas noches de campaña o el mismo hecho de estas largas formaciones que ustedes ven en televisión en fiestas patrias implica que la persona esté levantada desde las 2 de la mañana pasando revista, es una cuestión muy terrible. Yo estaba en otro mundo, muy distraído. Creo que así se me ha pasado la escuela militar estos años, pensando en otra cosa, hasta que me he graduado (risas). Después, cuando empecé a ejercer mi profesión he conocido el Perú y si lo puedo resumir, el Perú es un gran Macondo. Quienes estamos en Lima mucho tiempo y salimos de Lima en un viaje cortoplacista de entretenimiento, en el cual nos vamos a Machu Picchu, una catarata o lo que nos venden las agencias de viaje, obviamente que el Perú tiene un sabor desconocido, que solamente lo pueden percibir las personas que viven en estos lugares tan remotos. Indudablemente, yo, que soy un soldado he tenido esa experiencia. Parte de la novela en la creación del fantasmocopio hace que Teófilo, personaje principal cree que los muertos están en otro sitio simplemente, él no lo duda. Sabe que los muertos están en otro lugar. Eso es parte de la creencia andina. Recuerdo qué tan impresionado estaba yo una vez… caminé unos 22 km en octubre del año 2000 y llegué a un pueblo, justo para el día de los muertos. Entre al pueblo, estaba con unos 25 soldados caminando en Puno, la gente estaba celebrando la fiesta de los muertos con su comida, dándole al muerto, yo decía “No sé si en vez de darle la comida al muerto me la den a mí”, tenía bastante hambre (risas). Era incomprensible y sorprendente la relación de la gente con el muerto. “¿Y este porqué tiene capita?” “-ah, es porque no cumple aún un año”… unos rezadores, que contrataban especialmente para cantar a los muertos, era una cuestión para mí sorprendente y esas cosas tan reales terminan ejerciendo una influencia muy poderosa en mí, en la imaginación, para poder escribir. El Perú, a pesar del auge económico, de todas estas cuestiones que nos pasan, del Ipod, del internet, del cable, de la pantalla plana, el Perú no ha perdido esa esencia. Ustedes se van se van un poco adentro de este país se van a dar cuenta de que esas cosas persisten. Para que se den cuenta, no hace mucho fui a la morgue de Tumbes porque había un muchacho que había fallecido ahogado. No me van a creer pero vi a una señora que había contratado  a un hombre para que resucite a su hijo. Estaba aterrorizado porque el hombre gritaba espantosamente haciendo unas fórmulas de brujo terribles “En el nombre de Cristo Jesús, que el niño regrese a la vida…” era un joven de 17 años, la verdad estaba un poco asustado porque parecía que iba a resucitar por el ímpetu de este señor (risas) y caramba, se iban a ir al tacho mis creencias… Esos largos viajes que he hecho, en la costa, en la selva, han influido definitivamente en mí. En cuanto a El fantasmocopio, como ya lo han detectado algunas personas de la crítica de los diarios, no es una novela tan de ciencia ficción, pero si se aparta bastante de la realidad cotidiana. Descubrir que la muerte no es la muerte, que es lo que demuestra Teófilo Bernabé en la novela es lo que va dar origen a todo este aparato. Teófilo Bernabé era un niño que tenía esta capacidad de construir las máquinas que él quería. En esto exploto mucho la genialidad del peruano hacer mejunjes, inventar cosas, la viveza, lo que decimos “criollada”, él es un tipo así, una persona capaz de inventar todo para él porque simplemente quiere hacerlo, no tiene ninguna intención comercial. Poco se ha hablado de la genialidad de los peruanos. Normalmente pensamos en un genio e inmediatamente nos referimos a Einstein, a Galileo y todos los genios que nos vende la historia y la literatura, la cultura en general. Supongo que la genialidad no es un asunto propio de una raza sino un asunto propio de los seres humanos. El primer genio que existió en el Perú, en el siglo XVI, cuando llegó la primera imprenta a este país, que no llegó a  Lima sino a Juli, pueblo muy pequeño en Puno, había una congregación de religiosos que estaban colonizando a la etnia aymara del país, cuando llegó la imprenta no se sabía cómo armarla porque no habían planos, era un monstruo esa imprenta. La armó un indio aymara que no tenía ni nombre. ¿Saben lo que dijeron los jesuitas?, dijeron que estaba endemoniado y casi lo queman al pobre, por genio (risas). Esto ahora es impensable. Ahora la cultura es mucho más abierta en nuestra sociedad, entonces poco a poco irán saliendo nuestros genios. Teófilo es un genio que inventa una máquina por amor, porque quiere volver a ver a una chica que ha muerto y que es el amor de su vida y se empeña en hacer está máquina hasta el día que la máquina asocia la luz. Hay una serie de situaciones que tienen que ver cuando la máquina empieza a funcionar, la gente se entera de que la máquina funciona y eso va a cambiar la percepción del mundo de la muerte, la novela gira en torno más que al funcionamiento en sí de la máquina, a lo que sucede cuando el fantasmocopio cobra vida y la gente se entera que está funcionando. Cedo la palabra a mi compañero sino voy a hablar hasta la noche… (Aplausos).


 


Julio Meza Díaz: Buenas tardes. Me voy a ceñir a los puntos que se habían acordado por el mail. Sobre las motivaciones personales para el ejercicio de la escritura. Sucede que cuando adolescente quería estudiar Ingeniería, pero me di cuenta que cualquiera podía estudiar Ingeniería de modo que postulé a Derecho. En Letras, estudié Derecho y me di cuenta que cualquiera podía ser abogado (risas)… es la verdad.  Ustedes paran un taxi, el taxista es abogado… y de la Católica (risas). Luego pensé que no cualquiera podía escribir, escribí unos libros, gané un premio de poesía con un libro que hasta ahora no publico, y me di cuenta que cualquiera escribe y ahora creo que me voy a  dedicarme a la gastronomía. Por ahí más o menos va mi motivación personal… Sobre mis influencias, sí, he leído mucho, mis influencias van desde Aristóteles hasta los periódicos Chesu y el Chuculum (risas). Algunas veces prefiero más Aristóteles; otras veces al Chesu. La Ética a Nicomáquea es interesante, y en el Chesu hay unos chistes muy agradables (risas). Mis influencias no son tanto lectoras. Como Yeniva, mis principales influencias son los dibujos animados, sigo viendo al Bugs Bunny de la década del 50 y 60, pues me resulta genial. Los programas de la televisión peruana me gustan mucho, soy un fan de J.B. Me gusta la poesía, escribo poemas… Me gustan mucho dos  autores, Mario Montalbetti y Jorge Pimentel, poetas que admiro por igual; de los narradores peruanos, más que autores me gustan libros; por ejemplo, Crueldad del ajedrez de Carlos Herrera; recomiendo la lectura de ese libro; Herrera también tiene una excelente novela que es Blanco y negro; pero me gusta más crueldad del ajedrez que tiene ciencia ficción, fantasía… Aprecio las novelas de Ribeyro; no me gustan mucho sus cuentos,  ni sus diarios, ni sus Prosas Apátridas, ni Lúder… Rescato sobre todo su última novela, Cambio de Guardia; la crítica no la señala como una buena novela, y quizás por eso a mí me gusta… Sobre la experiencia de edición de mi primer libro, fue una mala experiencia. Con mi primer libro era todavía muy joven, estaba muy apurado en publicar, pensaba que publicaba e iba a ganar el premio nobel (risas)… Publiqué y ni siquiera mi mamá me leyó… ¿Por qué? Porque el libro estaba lleno de erratas, no estaba corregido, era un libro ilegible. Por ahí que a alguien le gustó… para envolver pescado (risas) Eso fue en el 2007. Con mi segundo libro sí tuve mayor calma. Me demoré un año en escribirlo y un año en corregirlo. Sin embargo, publiqué en la misma editorial de la novia de Bayly, y yo no le gusto a Bayly; de modo que le dieron más oportunidad a ella que a mí, quizás por eso no se leyó mucho; no obstante, por suerte, algunos críticos me apoyaron. No es un negocio, porque usualmente en estas editoriales cobran, uno paga la publicación. Lo que pagué me pudo haber servido para comprar dos carros ticos. Yo hubiera manejado uno, el otro lo alquilaba y empezaba mi negocio (risas)… Y ahora he ganado un premio con un libro que aún no publico, libro que vincula las matemáticas con los sentimientos, me encantan las matemáticas… pero no lo pienso publicar, no me resulta rentable. En realidad, todo depende de cómo me vaya en el mundo de la gastronomía. Eso es todo, mis tres puntos. Gracias (Aplausos).


 


Elton Honores: ¿Cómo entienden ustedes lo fantástico en el caso peruano? Julio Meza, con quien he conversado tiene una idea muy personal de lo que puede o no puede ser fantástico… Carlos Freyre también comentaba la idea de que lo fantástico vive fuera de Lima… Entonces, los invito a reflexionar a qué es lo fantástico desde el Perú. Para ello, vamos a invertir el orden y hablará primero Julio Meza…   


 


Julio Meza Díaz: Soy un pésimo teórico, pese a que me gustan las matemáticas. Sin embargo creo que vivimos con lo fantástico todos los días. Soy un gran lector de muchos géneros literarios, e incluso de lo que llaman basura literaria. Leo El Dominical de El Comercio, Domingo de La República, pero también leo el diario Extra, Ajá. He sido uno de los pocos que coleccionó toda la edición de El Chino (risas); si alguien quiere consultar algún número, puede ir a mi casa. El tema es el siguiente. Uno puede encontrar lo fantástico, pese a que no es un género que se practique mayoritariamente en el Perú, sobre todo en las publicaciones populares. Durante una temporada el diario Extra sacaba, por ejemplo, un día lunes cualquiera: “El Perú se ha comprado 30 fragatas Lupo, 50 aviones de última tecnología”; al día siguiente, martes, el mismo periódico decía: “Y Chile se ha comprado 2 naves espaciales y 3 bombas atómicas”; y el miércoles salía: “Y el Perú se ha comprado 2 portaviones que flotan en el aire” y etc, etc... Eso es fantástico. Creo que con las justas tenemos escopetas (risas), algunos mauser de tiro corto, las AKM; es más, las Kalashnikov de la 2da guerra mundial se siguen usando… Estoy obsesionado con las armas (risas). O por ejemplo hay otros temas en el diario Extra, que es un diario de circulación nacional, y que tiene noticias muy sui generis; les relato una  que usa muchos elementos del género fantástico. Narraba la historia de una señora en Europa del Este, que usa un idioma que jamás vamos aprender, y no necesitamos aprender. Esta señora estaba a punto de freír un huevo, como toda señora en la mañana; y bueno, partió el huevo y cayó un feto humano. La señora se impresionó, llamó a su esposo y el esposo en un acto racional concluyó que su gallina había sido violada (risas)… Y no tuvo mejor idea, en otro acto completamente racional, que llevar a la gallina a la comisaría. En la comisaría le hicieron el examen médico legista y determinaron que efectivamente había sido violada. Era la noticia central del diario Extra. En primera página salía la foto del violador, la foto del huevo y la foto de la gallina… acongojada (risas)... Es una historia del género fantástico porque está ubicada en un país tan lejano que nunca nosotros vamos a confirmar si es cierta o no. Usa una serie de elementos; el Photoshop para crear esas fotos y darle mayor verosimilitud. Es más, el narrador inventa incluso una agencia de noticias que no existe o de repente existe en Europa del Este. Otra noticia que también me sorprendió, y que es del mismo diario –creo que después de esto van a pensar que escribo en ese diario- (risas)… No es así, recuerden que estoy estudiando gastronomía… En Piura, una mujer pez había salido del mar. Era una mujer pez no como las sirenas. Las sirenas tienen de la cintura para abajo la forma de pez; esta mujer tenía de la cintura  para arriba la forma de pez. Unos pescadores encontraron a esta mujer pez. Estos pescadores (ustedes saben, los pescadores están días y días en la mar, uno pasa un mes o dos meses en la mar, no tienen enamorada, todos son masculinos como en el ejército) (risas)…  Estos pescadores encontraron a esta mujer pez, que por suerte tenía de la cintura para arriba la forma de pez; y encontraron que no usaba ropa que le cubrieran sus partes y no tuvieron mejor idea que darle curso (risas)… Todos ustedes son seres humanos; así que entienden que de eso se trata el deseo sexual… Y bueno, después, sintieron hambre porque estaban desgastados. Parece que la mujer pez era una mujer tiburón. Así que, después de acabar con la faena, decidieron hacer un rico ceviche (risas). Prepararon el ceviche, ahí estaba la mujer pez y prepararon el ceviche. Esa era una noticia central del diario Extra que puede considerarse como género fantástico. Si bien en la literatura peruana usualmente se subraya que la nuestra es una tradición realista (así como se señala que los argentinos tienen una tradición fantástica con el tan mentado Borges, Cortázar y bla, bla, bla, bla); yo creo que nosotros sí tenemos una población que apuesta por lo fantástico, en la acepción más amplia y holgada. Hay lectores para este género. De repente no se practica con escritores profesionales, (que, por cierto, los hay y muy buenos -José Adolph se está volviendo una estrella internacional pese a que ya ha fallecido), pero tenemos lectores, lo que falta son narradores que no apuesten por modelos anglosajones, por modelos que no calzan con esta realidad, manidos, sino por esta construcción de lo fantástico entre criollo, absurdo, que linda con lo estúpido, pero que siempre es fantástico. Esa es mi visión quizás equivocada –es muy probable que sea así- de lo fantástico en el Perú. Gracias. (Aplausos).


 


Carlos Freyre: En cuanto a lo fantástico, particularmente pienso que, como dije en un comienzo, el Perú es un país fantástico. Es cierto que la forma en que vivimos en la ciudad, tan occidental, europea o norteamericana hoy día lo que a veces pasa en el interior del corazón de o en la entraña misma de la sociedad. Definitivamente lo fantástico está en nosotros porque hay temores que todavía hoy existen, el mismo temor a la muerte, a los sucesos del día a día, o la propia pobreza, que hace que los pobladores del campo prefieran ir a un brujo que a un médico. Lo fantástico, añadiendo a lo que dice Julio, está relacionado a la gran imaginación que tenemos los peruanos para contar historias. Seguramente ustedes habrán escuchado hablar del tunche, he escuchado hablar del tunche en todas sus formas que estoy seguro que está vivo en cualquier sitio en este momento, porque ya se ha vuelto parte del imaginario local, cada ciudad en el interior del país tiene sus propios tunches, cientos de personajes de ficción,  el tunche en la selva y así por el estilo. Para poder escribir nosotros necesitamos la fantasía, la realidad la tenemos al alcance de la mano, la realidad tan dolorosa, tan fatal, o tan mediocre en todo caso tenemos que tener un poco de fantasía en nosotros mismos como una forma de salir tanto de la rutina propia de la vida nuestra como de la rutina de lo que leemos, uno lee la prensa y la actualidad es una competencia fatal, una competencia de noticias por ver quién encuentra más muertos o quien levanta a un candidato político o lo baja, sin contar el esfuerzo de algunos periodistas que sí tienen capacidad de investigar. En conclusión, puedo creer que  lo fantástico va a vivir entre nosotros, tomar un impulso mayor porque ahora la gente sí está comenzando a leer un poco más, no como quisiéramos. Cada vez que hay mesas de escritores quisiéramos que se llene como el Estadio Nacional, pero estos eventos literarios no son tan concurridos como los espectáculos, de todas maneras tengo la fe que más gente va a ir sumándose. Muchas gracias. (Aplausos).


 


Augusto Murillo: Sinceramente, no he leído mucha literatura peruana, porque justamente me gusta la fantasía, el terror, básicamente, pero lo que sí he podido rescatar durante toda mi vida como lector que las historias más fantásticas acá en el Perú, con relación al paisaje, a las costumbres, al público y a la gente peruana, no son leídas sino contadas. Cuando estuve haciendo mi tesis, sobre mitos y leyendas del Perú, habré leído unos 300 cuentos donde el 98% estaban basados en la sierra y parte de la selva. Yo buscaba, a diferencia de los compañeros de la tesis, el tema del miedo, mientras ellos buscaban un tema más real. Si encontraban un hombre jaguar querían encontrarle el porqué, como en Scooby Doo, en donde el tipo quiere ver quién tenía la linterna y quién hacía mover los hilos. A mí me gustaba que esa historia sea de verdad, que sí exista un hombre jaguar que asuste a la gente y se coma a los niños. Hay demasiados cuentos así, que la gente ha visto estos jaguares, una cosa es que lo lea como una creación de una persona, pero no, hay gente que cree que ha visto a estos demonios, a estos seres, a este miedo. Una vez, el hermano de un amigo había ido a la selva a hacer ayuda social con un grupo de biólogos y fueron emboscados por un grupo terrorista que tenían miedo porque estaban internados entre sierra y selva donde decían que la misma selva se los estaba comiendo, los atrapaba y los devoraba. Sentían que mientras cuidaban su campamento los árboles se los tragaban. Ahí si hubo un “por qué”. Cuando este chico fue liberado y pudo escapar llegó un pueblo indígena y estos le contaron que unos tipos con armas habían ido a reclutar (secuestrar) niños para volverlos guerrilleros, para que entrenen con armas y hacerlos suyos. Cuando los hombres de esta villa indígena fueron a rescatarlos, fueron camuflados, transformados en árboles, en pasto, en parte de la naturaleza. Él me dijo que su técnica era ser parte de la naturaleza y mientras pasaba la noche ellos simplemente devoraban a los hombres, traían en unos bolsones cortados en pedacitos a estos terroristas. Esta historia no la vamos a encontrar en periódicos o en libros, es una historia que es contada… Podemos sacarle el jugo como peruanos, alimentarnos… tenemos que comer material, no copiar ni sacar ejemplos, sino que la realidad es una y la ficción está ahí entre nosotros, es lo que nos pasa a los que escribimos. Yo tengo monstruos en la cabeza que quieren salir, la única forma que salgan es escribiendo o contando. Como historias… puedo imaginar un tipo que entra por esa puerta y amenaza a todos con un arma, o es un fantasma que sólo yo puedo ver. Tenemos siempre la cabeza con cosas fantásticas que pueden suceder. Este tema cultural no sólo sucede en el Perú sino en México, en Centroamérica, como el chupacabras. No es algo que haya sido escrito o creado por un autor haciéndose millonario con una historia que salió de su cabeza. Hay gente que afirma que ha sido atacada por el chupacabras, por este monstruo que se come a los animales. No es algo escrito sino que existe en la realidad de estas personas. Tampoco podemos decir que es total ficción, porque lo han visto… Pie grande, el monstruo de lago Ness, gente que afirma que ha visto estos monstruos y qué es lo que hacen, estos seres raros. Y acá también sucede, sin tanto marketing. Me han contado historias de hombres jaguares que se transformaban de noche para defender su territorio. Recuerdo una historia rarísima y tan increíble de una persona que tenía una especie de panadería en la sierra, que tenía una competencia, otra especie de panadería en donde los dos negocios se disputaban a la clientela. Uno de estos dueños se levantaba tempranísimo a preparar el pan y un día comenzó a ver que la harina, la masa, los implementos que preparaba estaban en total desorden. Entonces habló con sus hijos, con su mujer pensando “¿Por qué haces esto?, no estés malogrando el negocio”. Porque todo estaba cerrado y era alguien de ellos. Pasó una semana y sucedía lo mismo. Un día el tipo se escondió, se levantándose a las dos de la mañana y vio que había una criatura desordenando toda su cocina, sus implementos, prendió la luz y encontró una cabra parada en dos patas, en forma humanoide, bípeda, desordenando todo, como si fuera a propósito. El tipo la amenaza, saca una escopeta y la va a matar. La cabra habla y le dice “No me mates que soy María la de la panadería de al lado”. Cuando me contaron esta historia me imaginaba a la cabra hablando, diciendo no me mates, me parecía increíble y alucinante. Esto se cuenta en el interior del Perú. No recuerdo qué habrá sucedido, la habrá matado o no pero esta panadera se transformaba en las noche y podía entrar en el negocio. Es algo de locos, pero caramba que se ha contado en el Perú. Vale el caso de los diarios locos, me encanta pararme y leer la imagen de Jesús encontrado en un plátano (risas) o cosas así, que la gente quiere agrandar cuando son tontas. No sé si te sucede a ti pero te lo crees. Va a haber un planeta que se va a estrellar contra la tierra en dos días. Me imagino a la gente preparándose porque creen que va a suceder o porque la virgen tal está llorando o cosas así. Te la crees y te gusta y si puedes sacar una historia de eso, vale, pero también hay historias que deberíamos escuchar no solo leer. Así como hay muchos que han tenido la posibilidad de ir a la sierra, o poblados indígenas, o gente que no tiene mucha conexión con esta Lima. Dense la oportunidad. Yo también pienso hacerlo en algún momento y alimentarme de historias fantásticas, que estoy seguro les va a gustar. Muchas gracias. (Aplausos).


 


Yeniva Fernández: Creo también, como varios ya lo han dicho es esta mesa que en la tradición oral hay muchos elementos fantásticos. Es algo que se debe tomar en cuenta está en la base de la sociedad y de lo que somos. Esta base andina, que tiene una mitología, bestiarios, muchísimos elementos fantásticos que no ha sido incorporado a literatura… creo que la narrativa fantástica en el Perú, al igual que el policial, ciencia ficción son géneros que han sido vistos por la crítica oficial de un modo tal vez peyorativo, pensado que el policial como el fantástico o la ciencia ficción son géneros evasivos cuando es todo lo contrario, porque toda historia fantástica, policial o de ciencia ficción tienen sus raíces en la realidad. Cuando escuchaba a Augusto con esa historia de los hombres jaguares pensaba en toda la violencia de este pueblo en la selva y que han procesado de alguna manera con esta historia fantástica de convertirse en jaguares o en parte de la naturaleza para rescatar a sus niños, a sus hijos, creo que lo fantástico el policial y la ciencia ficción dialoga, tanto como el realismo, con los grandes temas de la humanidad. Todos los escritores peruanos tienen un texto que puede enmarcarse dentro de estos géneros, pero la critica solo se ocupa de los textos realista. Felizmente creo que hay una nueva generación de críticos, Elton es un buen ejemplo, que están renovando la crítica literaria y están dándole la importancia que tiene como el realismo. Es lo mismo. Para contar una buena historia que trate de los grandes temas de la humanidad, de la condición humana no es necesario escribirla de modo realista. Están Borges, Highsmith en el policial, Bradbury en la ciencia ficción, que no solo cuentan una historia que nos saca de la tierra o algo extraño, sino que cuentan temas que nos tocan a todos como seres humanos, temas básicos y consustanciales. Espero que en el futuro cuando se hable de una literatura peruana se hable de todas las ramas de la literatura peruana que es vasta y enriquecedor, que no se hable solo de una literatura peruana realista. Muchos críticos dicen que la literatura peruana es realista. Sí, es realista pero también es fantástica, también hay policial y ciencia ficción. Para hablar de literatura peruana deben dejarse  de  distinciones absurdas e incorporar todas sus ramas. (Aplausos).


 


Jeremy Torres: Naoki Urasawa es un mangaka fuera de lo convencional, sus comics japoneses, también conocidos como mangas, son de una calidad excepcional, tanto en técnicas de dibujo como historia. Urasawa toma un tema tan convencional en una sus obras clave, 20th century boys. La amistad en desaparición de cinco compañeros de la primaria, ahora adultos, que se reencuentran por la muerte de un compañero. Kenji Endo es el encargado de un pequeño supermercado en Tokio. Vive con su madre y con Kanna, la hija de su hermana, la cual dejó a su cargo el bebé antes de desaparecer. Kenji asiste al funeral de un antiguo amigo de la infancia, Donkey, y al reunirse con sus ex-compañeros de colegio no tarda en relacionar la muerte de Donkey con otras extrañas muertes que se van sucediendo y en cuyos alrededores aparece un extraño símbolo, un símbolo que el propio Kenji y sus amigos crearon cuando eran pequeños como parte de un juego en el que creaban una base secreta, y que ahora parece hacerse realidad por medio de una secta que parece estar liderada por un enigmático individuo llamado Amigo. Urasawa toma a sujetos, que podrían ser como cualquiera de nosotros tipos normales para darles una misión que los volverá leyendas. Este sentimiento es el que se apoderó de mí cuando decidí escribir, buscar al sujeto más imperfecto, al más egoísta. Para darle una misión que él se resiste a aceptar, pero que tendrá que tomar como propia cuando descubre que la mujer que ama se encuentra en medio del misterio. Otra de mis influencias más grandes, también proviene de Japón, es el director de películas de anime, Satoshi Kon, del que Darren Aronofsky  es un conocido fan. El cisne negro de Aronofsky tiene elementos de Perfect blue opera prima y obra maestra del director japonés. En esa historia una cantante aspirante a actriz, decide seguir sus sueños. Pero papeles mediocres hacen que se vuelva paranoica e inestable. Ella descubre que alguien ha escrito una historia basada en ella, pero en esa historia ella tiene éxito. Realidad e imaginación se unen haciéndonos dudar sobre qué es y que no. Para al final darnos un final que nos deja más que satisfechos. Asimov, es también una de mis grandes influencias. Les contaré una pequeña anécdota que explica cómo llegó ese escritor a mi vida… Tuve un problema con una ex, por algo que pasó con su prima. Ella furiosa no dudo en lanzarme desde el balcón de su casa tres pesados libros. Evadí los proyectiles literarios, y cuando los vi en el suelo le pregunte: - qué hago con estos libros- Ella me dijo, quédatelos y nunca más vuelvas. Esa misma noche terminé de leer, El fin de la eternidad. Obra que sin duda ha marcado lo que escribo, pues los Ejecutores de esa novela, son bastantes similares a los “Agentes” que trabajan para los Aegeti, no tienen permitido el enamorarse, viven alejados en lo que es una dimensión paralela. Y demás cosas que sin permiso tomé como referencia, pero creo yo se ajustan perfectamente a la historia deseaba narrar en ese momento. Dos referentes, que considero mis maestros son dos personas que van a exponer el día de hoy.  Carlos Saldívar y Daniel Salvo. Del primero aprendí que lo mejor que puedes hacer para escribir algo fantástico es comenzando a narrar algo totalmente cotidiano. Del segundo que la “posmodernidad” está permitida. Díganme tonto si considero una genialidad a Optimus Prime siendo usado como una couster de transporte público. Para finalizar, retomo las palabras de Cortázar, lo fantástico es eso que queda fuera cuando terminamos de definir lo fantástico.  Para mi ese sentimiento se resume en esas decisiones que tomamos sin pensar y nos hacen ser quienes somos el día de hoy. Esas situaciones que buscando racionalidad se transforman en lógicas. Eso nos enseña que al momento de escribir lo fantástico ya estuvo y estará entre nosotros. Solo tenemos que percibirlo con el corazón abierto. Espero ahora se pregunten ¿qué es lo fantástico para ustedes? (Aplausos).

Narrativa fantástica peruana contemporánea (2011) Carlos Herrera, César Silva Santisteban, José Güich & José Donayre







Narrativa fantástica peruana contemporánea
Febrero de 2011


 


Carlos Herrera, César Silva Santisteban, José Güich & José Donayre


 


Carlos Herrera: Todos sabemos que las definiciones de lo fantástico son múltiples.  Algunos lo limitan a un solo sistema que es lo umheimlich o uncanny, lo inquietante, dejando fuera otras dimensiones como lo monstruoso, lo maravilloso, etc. Mi aproximación al tema es mucho más lata e inclusiva, quizás marcado por mi entrada en la literatura. El primer libro serio que leí, quizás el libro que me impulsó a aprender a leer, fue La Odisea, porque en una edición ilustrada vi la imagen de Escila tragándose a los hombres de Ulises sobre el barco. Para saber qué era eso, qué historia albergaba semejante monstruo, había que aprender a leer, tarea que mi abuela asumió, y así leí La Odisea muy temprano, y  desde entonces quedé muy marcado con estas historias de seres fantásticos. De ahí siguió Moby Dick, el Apocalipsis y un largo etcétera de obras de  un tipo de literatura que nos lleva a otros territorios, a otros límites, a la maravilla y el  horror. A lo largo de mi infancia leí mucho y de todo; pero me complacía especialmente  la serie B de literatura: el horror, la ciencia ficción, los cuentos policiales. Los primeros libros que me compré con mi dinero, con las propinas que juntaba, fueron unas antologías que publicaba Bruguera, con títulos muy sugerentes: Las mejores historias de horror, Las mejores historias de ultratumba, Las mejores historias diabólicas,  Las mejores historias siniestras, y así, 14 o 15 tomos de similar  naturaleza. Lo cual no significaba, por cierto, que no leyera, paralelamente,  literatura “seria”. Ese gusto por lo fantástico, por el horror, por la ciencia ficción, apela al hecho de que a todos nos gusta leer historias y nos gusta salir del mundo real.  Mientras más nos aleje del mundo real, más satisfactoria es la lectura, y estos géneros son paradigma de ello. Por otro lado, a  todos nos gusta leer historias bien contadas, y este tipo de literatura tiene una narración muy bien estructurada para llegar siempre a un final sorprendente. Hay, evidentemente, un factor de atracción adicional si quien escribe la historia es un genio. Sin alejarme del género, al entrar a la adolescencia descubrí a los autores latinoamericanos: Horacio Quiroga, Borges, Aura de Carlos Fuentes y sobre todo Cortázar. “Casa tomada”, “Continuidad de los parques”, están entre los mejores cuentos  de la historia de la literatura. Como decía un escritor, cuando uno termina de leer a Cortázar uno inmediatamente quiere ponerse a escribir. Así llega el momento en el que,  un poco para retribuir a estos autores, uno se pone a escribir. En mi caso, el paso a la escritura está marcado también,  de una manera u otra por lo fantástico. Dicho sea de paso, me gusta la invitación a este género de eventos  no sólo porque me siento honrado de que me consideren como un autor fantástico, sino  porque además me recuerdan que,  aunque tenga la pretensión de que mi producción literaria sea más amplia y variada, en realidad está muy marcada por lo fantástico en lo que son sus hitos principales. El primer cuento que hice, cuando estaba en 3ro de media para unos Juegos Florales, era la historia de un perro contada por él mismo, un cuento realmente extraño. El primer cuento que salió publicado cuando tenía 18, 19 años en un diario de circulación nacional, La Crónica, es “Sumidero” y narra la historia del último hombre sobre la tierra, cuando todos han ido despareciendo misteriosamente. Finalmente, el primer cuento que tuvo una distinción literaria importante fue “Morgana”, finalista del Copé de Cuento del año 83, en el cual la protagonista finalmente es, o puede ser, un vampiro. Por todos estos motivos agradezco realmente poder participar en esta mesa. Sobre el método de producción literaria, la inspiración llega de cualquier tema, de cualquier hecho, y cómo uno procesa eso varía mucho, sobre todo por las circunstancias especiales en cada caso. En mi experiencia personal, además, como doy botes por el mundo por mi profesión, mis circunstancias existenciales varían mucho, así que no puedo dar testimonio de un modelo de producción uniforme y persistente. Eso sería todo en esta primera parte. Gracias.  (Aplausos).


 


Cesar Silva Santisteban: Quisiera recordar, Carlos, que las apariencias engañan, y que de ninguna manera creo que, por el hecho de escribir, seamos más competentes que otros en el tema de literatura fantástica. De hecho, nos encontramos aquí gracias a nuestra incompetencia, pues si de alguna forma nos sintiéramos seguros de lo que pensamos y hacemos, estaríamos instalados cómodamente en un solo territorio intelectual, sin movernos. Y escribir significa, creo yo, moverse intelectualmente, cuestionar a la realidad de modo incesante. En tal sentido, es lo que me ha fascinado siempre de la literatura (y también de la filosofía y la medicina, aunque en medicina hay un notorio inconveniente: cuando uno quiere explorar la realidad, los pacientes se quejan y se mueren), puesto que en literatura hay un espacio de irresponsabilidad imaginativa que me ha atraído siempre. No una irresponsabilidad con la forma de los textos y sus significados, es decir, con el lenguaje; no, todo lo contrario, ya que cualquier lenguaje es un poder difícil de controlar y hay que luchar a muerte con él, a la manera del capitán Ahab con la ballena blanca, porque se trata de un coloso que siempre va a intentar nuestra perdición. Por otro lado, en el vínculo con la literatura existe una esperanza que siempre vuelve a renacer con la primera página de un libro, con las relecturas que permiten que otra vez resucitemos la experiencia misteriosa de alguna narración. Se trata de un complejo fenómeno estético de estimulación imaginativa y sensorial… En fin, no sé. Entiendo que sobre esto último no puedo afirmar nada categóricamente, pues lo que digo corresponde a mi intransferible experiencia, y no veo qué pueda interesarles a ustedes de mí, o de lo que piense sobre tal o cual asunto. Recuerdo, al respecto, que un historiador inglés, Thomas B. Macaulay —hoy olvidado injustamente, por lo menos entre nosotros los peruanos—, decía que no solo era una imprudencia sino también una descortesía hablar de uno mismo, ya que únicamente los enamorados o los subalternos podían soportar una cosa semejante. Como no tengo delante de mí a ninguna enamorada, tampoco a ningún sufrido subalterno, y afortunadamente me da mucha vergüenza someterlos a remiendos confesionales, procuraré no hablar de mí. Aunque, bueno…, no sé. También creo que las experiencias propias pueden iluminar otras experiencias ajenas y quizá debido a ello se justifican y tienen éxito las biografías. Es decir: lo que le pasa o le ha pasado a otros puede educarnos, ser una experiencia pedagógica para nosotros. En tal sentido, es la única excusa que tengo ahora para hablar de estos procesos literarios a partir de mi experiencia. ¿Está bien lo que he dicho para iniciar la primera parte de nuestras intervenciones? (Aplausos).


 


José Güich: Buenas tardes a todos. Mi agradecimiento a Elton Honores y a la Casa de la Literatura, en la persona de Agustín Prado, por esta invitación. Compartir la mesa con grandes autores peruanos contemporáneos es emocionante y me honra. Elton nos ha puesto en apuros. Es un tanto impúdico esto de revelar las intimidades del universo personal, y espero encontrarme a la altura conveniente de tal acto.  Hablar de uno mismo genera siempre satisfacción (somos humanos, al fin y al cabo), pero también bastante bochorno, que espero disimular con dignidad. Para ordenar mis ideas, he recurrido, si me permiten, a esta especie de breve guión (manía o deformación profesional). Ustedes juzgarán. Espero que con alguna indulgencia.


 


ESCENA I: ¿POR  QUÉ?


Consciente o inconscientemente, en la mayoría de mis relatos aparecen componentes propios de la tradición fantástica, con deliberadas incursiones en la ciencia ficción, una de sus vertientes; ambas vetas me marcaron inexorablemente desde las primeras lecturas, hace ya demasiadas lunas. Pero no estoy seguro acerca de si soy un ortodoxo o un heterodoxo. En El mascarón de proa, un libro que apareció en 2006, me interesaba explorar múltiples ángulos y posibilidades de hibridación, de mezcla continua. Y eso de algún modo, podría ser el armazón de mi trabajo. Se ha extendido incluso a la novela que me atreví a publicar en 2009, El misterio de la Loma Amarilla, donde esa condición de cruce de géneros es explícita. Como lector, yo me inicié con la literatura policial y de suspenso. Eso explica, en gran medida, mi preferencia por ese tipo de construcciones, que calzan bien con lo extraño y lo insólito. El síntoma fantástico y la ficción-enigma van bien de la mano. Creo que lo fantástico parte de una desestabilización de lo real, y donde mejor cuajó esta idea de que lo cotidiano no era el último refugio del hombre común fue en Argentina. Borges, Cortázar y Bioy Casares demostraron que la misma rutina oculta los componentes de estas fracturas. Hay situaciones insólitas que no se explican por las vías convencionales. Lo fantástico aprovecha esas brechas. Es, finalmente, muy difícil y tortuoso explicar por qué escribimos, y específicamente, por qué escribimos literatura fantástica. Creo que el asunto nace de un deseo, quien sabe soterrado y oculto, de que la realidad sea distinta, y de transformarla. Esto, que parecería una declaración política o ideológica, se produciría en términos de una permanente frustración ante el hecho de que las cosas sean de un modo: que la lógica y la razón nos hayan domesticado tanto que no seamos capaces de vislumbrar otras formas de realidad, otros modos de relacionar al hombre con el tiempo y el espacio. Habría, en el fondo, un acto de rebelión contra los dioses fácticos que pregonan la objetividad y lo mensurable como sus divisas.


 


ESCENA II: ¿QUIÉNES INFLUYEN?


Es una lista muy extensa y a lo mejor interminable (no deseo que se convierta en un alarde de exhibicionismo; tampoco quisiera obviar nombres, pero todos ellos son esenciales para mí). Si se me permite reducirla, pues tienen que figurar Poe, Borges, Cortázar, Bioy Casares, Silvina Ocampo, Rulfo, Fuentes, Arreola, Monterroso, Del Paso, Adolph,  Quiroga, Rushdie, Vian, Yourcenar, Lovecraft, Chejov, Serling, Maupassant, Ribeyro, Elizondo, Carpentier, Kafka, Valdelomar, Piglia, Tabucchi, Clarke, Asimov, Rabelais, Swift, Sterne, Eloy Martínez, Joyce, Verne, Mann, Chesterton….mil perdones por lo farragoso. Ya en terrenos meramente fantásticos o de la CF (aunque toda literatura ciertamente lo es), quisiera destacar a Arthur C. Clarke. Con este autor, la ciencia ficción alcanzó su madurez artística. Clarke utiliza el género para formular preguntas inéditas hasta ese momento: del entretenimiento puro y escapista, nos instalamos en una dimensión filosófica y conceptual. Es cierto que hay otros escritores que también contribuyen a esa gesta, pero con Clarke experimento una enorme empatía. En segundo lugar, rescato al gran Rod Serling, al que se le suele desvirtuar con el calificativo de “guionista”. Pero en verdad estamos ante un escritor de excepcional talento que llevó la fantasía al centro de la vida de las personas comunes y corrientes. The Twilight Zone (La Dimensión Desconocida) es un hito irrepetible, en el que Serling hace gala de un magistral conocimiento del género. Nada fue igual desde entonces. Y aunque pertenece al espacio de la televisión, muchos de los guiones de Serling son verdaderas piezas de orfebrería.


 


ESCENA III: ¿CUÁL ES EL PROCESO?


Los temas van y vienen. A veces uno accede a ellos por asociación de ideas, como contemplar una calle antigua o un inmueble, una exposición de arte, una paradoja que surge espontáneamente, encuentros con personas singulares, sueños, lecturas….algo siempre conduce a otra cosa. Por ejemplo, un anciano en una ventana que cruza miradas con un peatón, quien acostumbra a cortar camino por esa calle. Si esa situación se hiciera reiterativa, ya habría un relato: en algún momento, ese anciano y el peatón serán el mismo hombre, en diversas etapas de su existencia. Si eso me parece consistente, narrativo, anoto de inmediato el tema; procuro no demorarme demasiado en esa labor. De acuerdo con las circunstancias, escribo de inmediato o aguardo. El verdadero desafío es darle a esa idea embrional un argumento sólido. Me resulta muy cómodo si ya sé cómo terminará; así el trabajo de escritura se agiliza. Pero hay cuentos que se escapan de órbita y terminan ellos mismos tomando el control, guiándonos, imponiendo sus leyes. Después, viene la labor de corrección, no solo del estilo, sino de la lógica interna del relato. Todo debe armonizarse: el fraseo, el ritmo narrativo, los personajes. Y uno debe procurar que las suturas, las remodelaciones, no se perciban. Muchas gracias por la paciencia. (Aplausos).


 


José Donayre: Buenas tardes. Gracias por su presencia. Gracias a Elton Honores por la invitación y a la Casa de la Literatura por acogernos. Para este asunto vergonzoso de hablar sobre uno mismo, voy a dar testimonio sobre una persona que me puso en contacto con el mundo literario: mi abuela Yolanda. A ella le debo mi primera experiencia literaria fantástica. La madre de mi madre vivía en una habitación repleta de libros apolillados que debían de tener muchos años. La mayoría, volúmenes de la década de 1940, en papel de pulpa… Yo no sabía leer y lo que hacía mi abuela era contarme lo que leía. Tenía dotes histriónicas. Usaba dientes postizos y cuando me contaba la historia de Drácula no sé qué hacía con su plancha y yo decía “Ahí están los colmillos” (risas). Eso sí que era impresionante. Además, vivíamos en una casa muy antigua, los cuartos eran contiguos, conectados unos con otros mediante puertas laterales. Había cinco o seis habitaciones que se comunicaban entre sí… Una de estas puertas estaba clausurada. Años después, cuando vi El bebé de Rosemary, advertí el parecido entre esa puerta de mi casa y la famosa puerta del filme… Mi cuarto estaba al lado del de mi abuela y, por tanto, comunicados. Y cuando mis padres salían, ella nos cuidaba y hacía todo un show tétrico alucinante, cuando pasaba de su habitación a la mía. Esto me marca considerablemente. Mi abuela muere en 1984, que es más o menos el año en que empecé a escribir. Hasta cierto punto me sentí culpable por la muerte de mi abuela, pero esa es otra historia, una que talvez cuente algún día. Quizá, de algún modo, escriba para ella, para retribuirle, para retornarle esas historias que determinaron mis fantasías de niño, llenándome de innumerables noches maravillosas. Mi libro preferido era Gargantúa y Pantagruel de François Rabelais, con ilustraciones de Doré. La escena que más me gustaba y que me ha marcado era la de Gargantúa, con un tenedor gigante, atravesando curas para comérselos. Mi abuela decía: “Son salchichas, en realidad” (risas)… Lo que tengo de “comecuras” seguramente viene de esa época. Mi abuela era una mujer maravillosa, una narradora oral de primera, encantadora y terrible también. Ella es mi raíz literaria. Y he hablado de mí desde ella. Escribo por ella y escribo mejor de lo que hablo. De algún modo, de eso vivo y no me quejo. Escribo más por pedido que por otra cosa. Y es un trabajo que requiere de mucha disciplina. Siento que cada vez escribo menos, pero lo poco que escribo me satisface más (Aplausos).


 


Elton Honores: Pasamos a la siguiente ronda ya anticipada por mail. Nos interesa conocer cuál es el punto de vista que tiene cada uno de ustedes sobre la narrativa fantástica en el Perú… invertiremos el orden y empezará José Donayre…


 


José Donayre: (Risas) Felizmente sí hice mi tarea (risas). Elton, hace cuatro o cinco semanas nos envío un correo electrónico señalando algunos puntos... Y en esta etapa hay que hacer una reflexión, en general, sobre la narrativa fantástica en el Perú. Voy a enumerar y a comentar, sin mucho rigor, los libros que he leído desde 2008 y que tienen que ver con la literatura fantástica. En el caso de las colecciones de cuentos, varios libros combinan ficción realista con ficción fantástica. Me parece genial porque eso de las etiquetas de autor fantástico o realista es una tontería. Casi todos los escritores escriben una cosa y otra. Más bien es el mercado el que lleva a uno a publicar cuentos realistas o fantásticos. La mayoría patea con las dos piernas, en el buen sentido del término (risas). Eso me pasa a mí de algún modo. De lo que he leído, quizá se me escape alguna lectura, diría que hay una producción fantástica buena, en cuanto calidad y cantidad. Hablamos de muchos títulos interesantes, que tienen cierto cuidado editorial, en los que se aprecia el esfuerzo y la dedicación. Así, tenemos Los espectros nacionales y El misterio de la loma amarilla de mi tocayo José Güich (risas), ambos libros son muy consistentes y maduros. El misterio de la loma amarilla es una obra extraordinaria, tiene un registro realista claro, y todo se vuelve desde lo fantástico (ciencia ficción). Uno que cree que hay una trampa, que de pronto el protagonista se cae de la cama y despierta, pero no ocurre eso. Además, es divertido porque aparecen Raúl Porras Barrenechea y Luis Alberto Sánchez… En la Bienal de Cuento del Premio Copé 2008 ganó un cuento fantástico: «El relámpago inmóvil» de Pedro Ugarte, relato que le da nombre al conjunto de textos ganadores y finalistas de esa edición. Que el jurado de este certamen haya elegido un cuento fantástico me parece increíble... Otro libro que me llama la atención es 999 palabras para el planeta Tierra de Enrique Congrains, quien junto con Ribeyro, es un escritor que inaugura el realismo urbano en la década de 1950 y cincuenta años después publica una novela de ciencia ficción. Él siempre lo negó: “No es de ciencia ficción, pues esta es el 1%”, pero ese 1% es una nave alienígena que llega al desierto de Ica y eso es suficiente... Batallas perdidas es un gran libro de Alfredo Dammert que combina lo fantástico con lo realista. Es el primer libro de un autor ya mayor… El círculo Blum de Lucho Zúñiga... Tan cerca de la vida de Santiago Roncagliolo es un thriller, pero también presenta elementos de ciencia ficción que se mezclan con cierto onirismo fantástico... La cacería de Orson de José Gabriel Ortega presenta textos interesantes: aparecen fantasmas, aunque el tema es otro —el vínculo profesor-discípulos—, pero el libro explora con cierto énfasis lo fantástico… Adiós, Guernica de Julio César Vega no es una novela fantástica, pero sí onírica, un libro fantasioso, pero sobre todo insólito... Otra vida para Doris Kaplan de Alina Gadea es un libro extraño que combina lo onírico con lo fantástico. Es la afirmación de un fantasma. Una manera inteligente de mostrar la guerra interna... Cortometrajes de Yuri Vásquez combina cuentos fantásticos con realistas… Peruanos ilustres de Alejandro Neyra presenta partes jocosas con fantásticas… Una novela increíble, graciosa e inteligente es El Führer de niebla de Luis Freire: en Chaclacayo, consiguen invocar los ectoplasmas de Adolfo Hitler y su perrito, un pastor alemán racista (risas)... Una novela divertida, supuestamente fantástica, que en sus primeras páginas es realista hasta que da un giro fantástico y uno se pregunta si continuará esa lógica de lo imposible que quiebra nuestra noción de realidad, pero no hay trampa: de verdad se trata del ectoplasma, lo que pasa es que Hitler quería conquistar el reino de ultratumba… A pedir de boca de Percy Galindo es una novela que ganó un premio de novela juvenil. En esta historia no queda claro lo fantástico, aunque buena parte del meollo del libro es fantástico. El asunto resulta medio ambivalente al final... En La novia de Corinto de Carlos Calderón Fajardo, la vampira Sarah Ellen se reencarna en una de las esposas de Abimael Guzmán. Un libro fuerte, doloroso y sanguinario. Y hay antologías: 17 fantásticos cuentos peruanos y La estirpe del ensueño, entre otras. Mañana tendré el gusto de presentar una antología de vampiros en el contexto de este Congreso, Los que moran en las sombras, hecha por Gonzalo Portals y Elton Honores, en donde aparece —y esto es un gran aporte de este libro que recomiendo— una novela corta titulada El castillo de los Bankheil, de un autor desconocido para mí: Alejandro de la Jara Saco Lanfranco. Es una nouvelle que se publicó en argentina en la década de 1940. Extraordinaria. Me gustó más que Drácula de Bram Stoker. Todo esto que he comentado rápidamente, de alguna manera grafica que la literatura fantástica peruana va por buen camino en nuestro país, y no se trata de inventar una tradición, estamos hablando de textos muy buenos y consistentes. No estamos refiriendo una literatura de segunda, para nada. Sucede que estos textos no tienen difusión, no están en el circuito comercial. Salvo la novela de Roncagliolo, que ha sido publicada por Alfaguara, son textos que se defienden muy bien, pero que son difíciles de hallar. (Aplausos).


 


José Güich: No he preparado nada en particular. Ya los dioses me castigarán como debe ser. Pero por ahora le agradezco a mi querido tocayo. Creo que es un momento muy interesante, sobre todo para aquellos escritores que tenemos  cierta edad, por no decir otra cosa, aquellos que frisamos el medio siglo y a mucha honra. Noto una explosión creativa, imaginativa, en estos instantes. Al margen del fenómeno de las editoriales que Pepe mencionaba, muchas de ellas apuestan por autores que cultivan estos géneros ya no tan ancilares, no tan periféricos, quizás nunca lo fueron realmente.  Es un diálogo antiguo que mantengo con mi querido amigo Elton, y creo que él va ganando en el diálogo con mucha habilidad. Efectivamente estamos en un instante en el que muchos escritores jóvenes con talento, con pasión, empiezan a mirar estos mundos a estos territorios que quizás siempre estuvieron presentes en nuestra narrativa. Pienso en los referentes fundamentales, Clemente Palma, Valdelomar, en nuestro gran José B. Adolph, alemán de nacimiento pero peruano de corazón, que desapareció hace unos tres años, quien se ha convertido un poco como en el jefe de la narrativa peruana moderna. Es un escritor bisagra, punto de encuentro de diversas generaciones y que abrió una línea importante. Creo que muchos autores que cultivan lo fantástico, sobre todo los jóvenes han bebido de estas fuentes. Uno hojea un libro como El retorno de Aladino o los Cuentos del relojero abominable   y descubre a un autor tan actual, visionario, cuya ironía descubre una gran preocupación por lo contemporáneo  y la vida de la sociedad que hemos forjado. La tecnología –los jóvenes son muy diestros– ha permitido que muchos textos puedan ser difundidos a través de estos nuevos soportes… Creo que no hay que satanizar, internet, los blogs, son extraordinarios medios de difusión y de acceso al conocimiento, como toda tecnología tendrán rasgos no tan positivos, de hecho algunos son deplorables –internet se usa para el insulto anónimo, promover genocidios, delitos. Sin embargo al margen de ello, creo que ese espacio ha sido fundamental para que hoy estemos gratamente celebrando la emergencia, el ascenso de una generación de jóvenes que sin ningún problema practican esas escrituras: los géneros que el sistema oficial negó o no quiso apreciar en su verdadera dimensión. Dentro de esta situación de emergencia –en el buen sentido–, de ascenso hay una consolidación importante, sobre todo porque veo escritores con una gran capacidad para el trabajo, una gran disciplina y no en ese punto intermedio del “figuretismo”, sino que realmente trabajan y tienen  un proyecto una visión y saben lo que quieren hacer. Saben que lo fantástico es un lenguaje, un medio de expresión y no tienen ningún problema en aceptarlo, aunque ese riesgo sea –como mencionaba Pepe– la etiqueta. Hay escritores, mundos, territorios por descubrir y eso para la literatura peruana es algo realmente alentador. Gracias (Aplausos).


 


César Silva Santisteban: Ustedes saben que he estado fuera del país durante muchos años. Llegué apenas hace cinco meses. Por otro lado, hace un par de años que no escribo; entonces, me pregunto ¿cómo puede definirse a César Silva Santisteban como un escritor? ¿Con qué criterio se justifica llamarme así? No lo sé. Como fuera, lo que sí siento —antes de venir acá me estuve preguntando ¿se escribe en literatura fantástica en nuestro país?— es que en todas partes hay una necesidad de producir artefactos verbales, narrativos, iconográficos, y que esta necesidad adquiere el matiz de los temperamentos, que se fijan instintivamente en algo que puede llamarse fantástico o realista. De manera que para mucha gente resulta inevitable escribir algo fantástico. Pienso, además, que realidad misma —en las calles, en las casas, en mar, aire o tierra—  siempre nos asalta y nos desconcierta con algo que creíamos imposible. Y lo digo precisamente porque soy agnóstico sin fe, o con esa gran fe de que Dios no exista, porque si así fuera me parecería una inmoralidad su existencia. Por lo mismo, siento lo fantástico en la religiosidad, o que la religiosidad pertenece a un subconjunto de la realidad que denominamos fantástico. Mejor dicho, si lo poquísimo que conocemos puede entenderse como cierta porción de un conjunto tal vez infinito llamado realidad, entonces lo fantástico pertenece también a la realidad, al igual que lo religioso. Pues creo que, para nosotros los humanos, cada cosa es un artificio cultural, que a su vez es un estanco de la realidad. Por ejemplo, si hablamos del cáncer nos movemos en un estanco repleto de conceptos académicos y de supersticiones religiosas, y comúnmente los médicos se inclinarán a pensar más con las ideas científicas, en tanto que los que no son médicos, con las ideas mágico-religiosas. Al respecto, tengo una anécdota. La conté en el Centro Antonio Cornejo Polar, ya que me pareció un caso de lo que suponemos fantástico. Cuando llegué después de muchos años a Lima, me hospedé en casa de mi hermana. Un buen día, mi hermana cayó enferma y, como es muy amigable y afectuosa, naturalmente recibió muchas visitas de cortesía. Pues bien, en una de sus tardes de convalecencia llegué de compras y, de pronto, me topé en la casa con una señorita que estaba regalando a mi hermana agua bendita en un frasquito que tenía la figura de la Virgen María, y debajo de esta, la fecha de caducidad (Risas). Todos también se rieron cuando lo dije entonces. De acuerdo, pero ¿cómo leemos tal experiencia? ¿Podemos leerla como un suceso realista o como un suceso fantástico? Supongo que depende de dónde ubiquemos nuestra perspectiva intelectual, es decir, depende de nuestro punto de vista, del puñado de ciertas teorías que explican ciertas experiencias. Y no olvidemos que nuestras teorías constantemente nos provocan sorpresas, ya que la realidad tiende a contradecirlas o torcerles el cuello. Además, el énfasis que pongamos en la interpretación de un suceso trasforma, a lo mejor inconscientemente, un texto realista y lo hace fantástico, o al revés… Pero, en fin, volviendo a la narrativa peruana contemporánea, confío en todo lo que nos ha informado Pepe Donayre debe ser cierto (Risas), de que existe la narrativa fantástica peruana y contemporánea, de que esta no es una invención de José Donayre. Por lo demás, sería lindo una lista inventada de autores peruanos de literatura fantástica (Risas). Sería maravilloso. En cualquier caso, podría apostar mi brazo izquierdo de que más del 50% del público que está aquí escribe, y que posiblemente escribe literatura fantástica; de lo contrario, la mayoría de ustedes no estaría presente. Sabemos que escribir literatura en el Perú —como en muchísimas otras partes del mundo— es una actividad minoritaria, tan minoritaria que podríamos decir que quienes la practican forman un grupo imaginario. Y quizá de esta manera podamos justificar el presente conversatorio. Pues este tipo de reuniones trata de reforzar la autoestima de cada uno de nosotros, gente imaginaria, y darnos el suficiente estímulo para poder decir: “Hay alguien que escucha, alguien que puede leer lo que hacemos”. En tal sentido, insisto: sí, puedo creer a José Donayre y a su generosa lista de autores peruanos. (Aplausos).


 


Carlos Herrera: Debería limitarme a decir que estoy totalmente de acuerdo con César y dejarlo ahí. Por los motivos laborales explicados, he estado ausente del país por años; regresé hace tres meses, así que mi conocimiento de lo que se escribe y publica en el Perú es seguramente parcial e insuficiente. Sé, sin embargo, que en lo fantástico está la antología monumental de Gonzalo Portals y la antología de vampiros a presentarse, cuando parecería inusitado que existiera una antología peruana de vampiros. Esto me recuerda la famosa querella entre criollos y andinos en el Congreso de Madrid del 2005, que fue muy ridícula e inflada por los medios, cuando la cosa allá fue mucho más civilizada. Es indudable que la perspectiva que abre lo fantástico es mirar la realidad desde otro territorio. En ese Congreso presenté una ponencia basada en el cubo de Rubik. Una modelización multidimensional de la literatura peruana, justamente para no caer en estas dicotomías absurdas y reducidoras. Cada lado del cubo representaba una dimensión de la literatura: la realidad, la forma literaria, lo colectivo, lo individual, el espacio y el tiempo. Cada cubito que integra el cubo mayor permite todas las combinaciones posibles. Lo fantástico, en ese modelo que presenté, era la combinación de la forma literaria con un espacio colectivo alejado de la realidad. Pero lo fantástico en realidad puede encontrarse asociado en un sinfín de combinaciones, hasta las más insólitas. Recuerdo haber leído hace muchos años un cuento que era ejemplo de un fantástico social. Ubicado en los años 50, es un cuento en el que los indios del Perú comienzan a marchar hacia la capital;  es una máquina silenciosa, una especie de revolución pacífica silenciosa pero que va transformando todo a su camino. La frase final del cuento era algo así como: “El presidente del Perú era ahora un indio”. Para volver al tema, he leído algunos de los libros mencionados, pero no tantos que me autoricen a hacer una lista. He leído a Alejandro Neyra, su libro Peruanos Ilustres es muy gracioso e imaginativo.  Está el libro de Ezio Neyra, de bello título: Habrá que hacer algo mientras tanto.  Está el cuento de Juan Manuel Robles “Huancaína Freak”,  que ganó un concurso de Matalamanga. Se ambienta en una ciudad muy rara en donde todo el mundo se ha dedicado a la gastronomía; en realidad se ha instalado una dictadura de la gastronomía y cualquiera que no esté metido en este circuito es un paria, como el protagonista del cuento, que es hijo del cocinero más famoso del país.  Cualquier parecido con las circunstancias son meras coincidencias… Podría terminar diciendo: larga vida a lo fantástico y que todas sus cabezas, como las de Escila, nos sigan devorando (Aplausos).